No es noticia que la mayoría de los políticos prefieren morir, o casi, antes de rectificar una equivocación o una falacia. El caso de Jaime Mayor Oreja es antológico, por su endémica capacidad de fabular y calumniar al Gobierno a propósito de una supuesta negociación con ETA, que en opinión del ministro del PP --que sí negoció con la organización terrorista-- se estaría llevando a cabo. Sencillamente Mayor Oreja no tiene crédito porque la cadencia continuada de detenciones de miembros de ETA y su entorno desmienten las ensoñaciones del eurodiputado del PP.

La extrema debilidad de una organización oxidada, la excelente información de los servicios de inteligencia y la presión calculada del ministro Alfredo Pérez Rubalcaba están trabajando en una dirección muy interesante. En la medida que ETA cabila al deshojar la margarita de su propia desaparición, los comandos siguen compareciendo ante el juez. De tal forma que es difícil precisar cuántos van a quedar para poder tomar la decisión de disolverse.

Frente a los partidarios de proseguir la acción terrorista --que por el momento son mayoría-- las detenciones refuerzan a quienes presuntamente están en disposición de claudicar. Nunca deberemos perder de vista que en el caso supuesto de que ETA decida desaparecer de nuestras vidas, lo hará por su incapacidad para seguir matando con un mínimo de organización. Y en esa medida, cada nueva detención es un aliciente para que la organización camine en la dirección de su rendición.

No estaría mal que Jaime Mayor Oreja, desde la madurez que se le supone y desde la honradez que debiera tener, se mirara al espejo para descubrir el patético y ruin espectáculo que está dando cuando alimenta la idea de que el Gobierno estaría negociando de espaldas a los españoles.