En el reino de Bután, lejano paraíso terrenal, andan sus gentes bellas empeñadas en la Felicidad Interior Bruta (FIB). Han descubierto que ni la calma social ni el incremento del PIB nos hace más felices. Su primer ministro sostiene: "En tiempos como estos-nos damos cuenta de que los bienes materiales no tienen valor real. Una casa, un trabajo, unos ahorros, una inversión en Bolsa- todo puede desaparecer en un momento de crisis financiera. Por eso algunos hablan de ilusiones sin valor tangible". Tras la abdicación del monarca en 2008 los gobernantes de la pequeña república se marcaron como una de sus obligaciones ayudar a los ciudadanos a ser felices. Seguro que existen informes secretos americanos donde los tilden de románticos ingenuos. De momento esa utopía maravillosa ha inspirado a James Cameron quien, pese a las luchas bursátiles, la histeria de los mercados, los ataques especulativos y los rescates, pretende medir la felicidad de los británicos. A un compañero de ciencias sociales la FIB le suena a invento para que el pueblo se conforme con su suerte, pero yo encuentro consolador que un gobierno hable de conceptos tan humanos en lugar de luchar desesperadamente por entelequias como el déficit, la prima de riesgo o los 300 puntos básicos. Lo malo es que en nuestro mundo occidental vayan unidas como el calor al fuego. La felicidad no depende del dinero mas exige comer a diario o dormir bajo techo. Nada puede el gobierno para que los españoles gocemos de firmes lazos familiares o encontremos el amor verdadero. Algo más pinta en que tengamos el trabajo que nos guste. Mucho en que conservemos el sentimiento de nuestra propia dignidad como nación, patria o lo que usted prefiera. Puede que en estos momentos no peligre nuestro sustento cotidiano ni nuestro techo. Puede que tampoco nos dé tanto miedo renunciar a comodidades superfluas. Pero el sentimiento de país decepcionado, ese sí lo tenemos. Por eso puede que ZP , el romántico izquierdista de Wikileaks, pase de medir nuestra felicidad interior bruta.