Te levantas pisando el suelo con los pies firmes, después de haber tenido un agradable sueño. Vas al baño y orinas plácidamente. Llegas a la cocina y desayunas como un emperador. Evacuas tus tripas con ganas, pero sin prisas. Te das una ducha relajante. Te vistes como un dandy, o un perroflauta, o un operario uniformado, porque siempre tienes la ropa dispuesta. Te echas a la calle e inspiras hondo el frescor de la mañana soleada. O te cobijas de la lluvia bajo un paraguas, sin sentirte incómodo al ser salpicado, porque piensas que el agua vendrá muy bien al campo y limpiará las impurezas de la ciudad. Llegas al trabajo, saludas y eres saludado afablemente por tus compañeros. Comienzas la jornada laboral con energía. Transcurre la mañana con normalidad. Las gestiones avanzan, las ventas aumentan, los clientes están satisfechos. ¡Carpe diem! La vida te sonríe, atrás quedaron los días aciagos de trabajo precario, las incómodas noches de hospital tras la larga enfermedad de tu hijo, los tensos momentos de la tramitación del divorcio. Mírate, ahora eres un tío feliz. Sin embargo sabes que esa felicidad no es para siempre, porque la felicidad es esquiva, y ser feliz durante mucho tiempo es un lujo. Crees que la felicidad perdurable es una quimera que anhelamos todos los mortales. Sólo la saboreamos durante tiempos determinados de nuestra vida.

Te viene a la cabeza el pobre Orencio, el difundo indigente que vivía en la calle y siempre tenía en la cara una sonrisa bobalicona. A su manera parecía ser feliz. La risa es la mejor muestra de felicidad, por eso lo crees. Un día le diste dos euros y le preguntaste a qué se debía su perpetua sonrisa. Te contestó que no lo sabía, que le gustaba reír, simplemente. Reflexionaste sobra aquello, porque no entendías que un hombre sin una casa donde cobijarse y sin dinero para gastar pudiera estar todos los días de tan buen humor. Y te viene a la mente el proverbio que dice que no es más feliz quien menos tiene, sino quien menos necesita. Puede que la risa de Orencio fuese la de un bobo ingenuo, o quizá fuese la de un hombre lúcido que no necesitaba tener nada para ser feliz.