Para muchos, el debate sobre la sucesión nunca es oportuno, y algo de razón sí tienen porque este país nuestro es imprevisible y la historia nos ha enseñado que hay que ser muy cautos cuando se trata de abordar un tema de tanta trascendencia como sería la abdicación de Don Juan Carlos a favor de su hijo el Príncipe de Asturias. Pero las circunstancias mandan y lo que se presumía un asunto lejano en el tiempo por el carisma y la buena reputación del Rey entre los ciudadanos, empieza a tomar un cariz poco halagüeño para la monarquía, debido principalmente al caso Urdangarin, al que la justicia tiene tan acorralado que puede llevarse por delante no solo a la Infanta Cristina , lo que pondría en serias dificultades a una Institución que ha cumplido un papel fundamental durante los últimos 37 años. Algo que no podemos olvidar a la hora de abordar el futuro del Rey y de su hijo.

España no es Inglaterra, y sería un error, un grave error, que al Príncipe Felipe le ocurriera lo que a Carlos de Inglaterra , que se convirtiera en el eterno aspirante al trono. Por muchas razones, el de la edad entre otras, pero también porque para los jóvenes, que son los que más desafección sienten por la política pero sobre todo por la monarquía, los méritos del Rey son batallitas que forman parte de la historia de nuestro país, pero en las que no han participado y con las que no se sienten identificados. De ahí la necesidad de que sin prisa pero sin pausa se piense en el relevo en la Jefatura del Estado.

Sabemos que el Príncipe Felipe está listo para reinar, no sólo porque lleve años preparándose concienzudamente para ello, sino porque conoce de primera mano los problemas que aquejan a la sociedad española, pero sobre todo porque ha dado sobradas muestras de su contrariedad y firmeza ante los escándalos económicos que han puesto a su cuñado y a su hermana contra las cuerdas. 45 años es una buena edad para acceder a un puesto de tanta responsabilidad, para llevar a cabo los cambios que sean necesarios si queremos tener una monarquía más transparente y cercana. Aparcar el debate no servirá más que para que la brecha entre Zarzuela y la calle sea cada día mayor. Un lujo que no nos podemos permitir, estando como estamos inmersos en la mayor crisis 80 años.