Sería horroroso y desquiciante salir a dar un paseo y que, tras pararse un rato a contemplar los artículos exhibidos tras el escaparate de una tienda o local comercial, tuvieras a alguien siguiéndote de manera intermitente durante días con la intención de venderte algo de lo observado. Pues bien, aun sin ser equiparable a una persecución física, hay que decir que el acoso publicitario del que se es objeto después de llevar a cabo una consulta o compra a través de Internet, llega a resultar molesto y fatigoso, como también lo es recibir llamadas telefónicas reiteradas e intempestivas de compañías ofreciendo fabulosas ofertas de productos y servicios. Y en el terreno presencial, hay que ver cómo ha ido degenerando la técnica comercial de puerta a puerta en los últimos tiempos, llegando a emplear tácticas deshonestas e incluso conductas desafiantes. Por desgracia, uno de los múltiples inconvenientes de una sociedad que parece caminar seducida y orientada por el lema «el fin justifica los medios cuando hay dinero de por medio», es la creciente falta de escrúpulos y respeto. Dicen que es lo que hay, pero podría ser de otra forma.