TSti tuviéramos que poner a la crisis imagen de animal, creo que no le iría mal la de un tigre hambriento escapado de la jaula de un circo por culpa de la imprudencia de algún domador, al que, a su vez, se le podría poner la cara de algún político torpe que dejó la jaula abierta porque confundió al tigre con un caballo.

Y si tuviéramos que poner imagen a las víctimas o presas de este tigre voraz, pondríamos primero las de animales débiles, como por ejemplo una mansa gacela expuesta, por su vulnerabilidad, a las dentelladas de todo tipo de depredadores; un bocado menos deseado para el tigre podría ser la cebra, un animal más grande y escurridizo, que en muchas ocasiones termina librándose de las fauces del gran felino; y tendríamos otros animales invulnerables, a los que el tigre apenas atacaría por ser grandes o tener temibles armas de defensa, como el elefante o el rinoceronte.

Sí, la crisis es como un tigre hambriento que tiene su prioridad en su dieta alimenticia.

Primero ese operario de cincuenta años al que le cambia totalmente la vida porque la fábrica en la que trabaja empieza a disminuir beneficios y decide llevar a cabo una regulación de empleo, y sabe que le espera el paro y que quizá no vuelva a ser contratado, seguramente pase muchas noches sin dormir pensando en cómo saldrá adelante. Luego el técnico de esa misma fábrica al que quizá no le suban el sueldo en dos o tres años, y encima le incrementan el interés de la hipoteca del piso y tendrá que estrecharse un poco el cinturón, puede que pase algunas noches sin dormir pesando que debe renunciar a ciertos caprichos. Y por último, el empresario que está preocupado porque han decrecido los beneficios de su fábrica y no deja de pensar en cómo aumentarlos.

Hay que reconocer que la crisis nos afecta a todos, pero no es justo que todos emitamos el mismo quejido de víctima degollada, porque hay quien pierde mucho, hay quien pierde algo, y hay quien, simplemente, gana menos.