La gala de los Goya ha mantenido en esta edición un equilibrio entre la intrínseca lectura crítica del mundo de la cultura y el espíritu festivo de la entrega más preciada de premios a los profesionales de la cinematografía española. Este sector, sometido como los otros, al envite de los recortes podía celebrar en esta ocasión el mejor año en décadas en lo económico y lo artístico.

Pero es cierto que el mundo de la cultura y del espectáculo ha mantenido en todo momento una actitud fiscalizadora respecto al poder establecido por cuanto la reflexión y el cuestionamiento de la realidd forman parte, indefectiblemente de su código genético. El colectivo ha vuelto a movilizarse, en forma de la plataforma Marea Roja, por ejemplo, para denunciar las dificultades propias de la industria cinematográfia y cultural, como el recorte a las ayudas y la subida del IVA hasta el 21%, o la protesta general ante la galopante crisis económica y los casos de corrupción.