Reconozco que siempre me ha deslumbrado esta frase quijotiana que, según parece, no asoma por ningún lado en 'El Quijote'. Se fue haciendo posteriormente popular a raíz de su uso más común y generalizado. Como digo, no sé si es cita textual de la eterna obra de Cervantes. Tengo el libro por algún lado, por supuesto (como todo español de bien), pero ahora mismo no lo encuentro y, la verdad, tampoco me voy a poner a comprobarlo. Y, con el delito prescrito, ya puedo reconocerlo: lo siento por mi profesor de Literatura en tercero de BUP pero me salté casi entera la lectura de la segunda parte. Creo que el tema cayó por primavera y es lo que tiene la llegada del ansiado sol y del buen tiempo. Me sabrán disculpar, entiendo. Y el profesor, yo creo que ya no lo tendrá en cuenta. He leído mucho desde entonces, se lo prometo profesor. En serio.

Tiene ese "ladran, luego cabalgamos" un punto de euforia, de reafirmación, de rebeldía y una pizca incluso de soberbia que siempre me ha atraído. En su insana cordura, nuestro Quijote descansa su despreocupación en ese fiel escudero compañero de correrías, que en cambio no las tiene todas consigo pero es capaz de aguantarle el embate al cruzado. Aunque sepa que está equivocado. Al final, es una afirmación del compromiso con uno mismo, con sus ideas, con sus principios.

Todos hemos sido algo quijotes alguna vez. O un poco, pero muchas veces. Es necesario ese punto de querer avanzar, incluso cuando las circunstancias se muestran contrarias. Desde luego, no se trata de hacer un alegato a favor de la inconsciencia. No, lejos de eso. Pero sí de defender a aquellos que propugnan seguir moviéndose. A quienes buscan soluciones, aunque yerren. A aquellos que son más flexibles y permeables a los cambios, frente a los otros muchos más que gustan del inmovilismo. Seamos sinceros: esto es más cómodo y hay más gente de tu lado, así que te puedes sentir más arropadito. Y gruñón. Porque eso es lo que decía Cervantes: a esa inmensa mayoría que se resiste al cambio además le enfurece los locos que pretenden llevar ideas adelante. Les incomoda. Ladran, sí.

Es una curiosa experiencia la de enseñar tu ciudad a alguien que la visita por primera vez. Me ha ocurrido muchas veces ya, porque además reconozco mi irracional proselitismo cuando de Cáceres se trata. Sin referencias al alcance de su mano, te obligas, mientras paseas por la ciudad, a revisarlo todo bajo los ojos de quién la está visitando. Y sí, te das cuenta que todo el revuelo por el diseño del Hotel de Atrio casi nos priva de mantener una referencia mundial dentro de nuestra bella parte antigua. Y, por mucha (pero mucha pena) que me diera en su momento el derribo del Colegio San Antonio, el lugar donde crecí (sí, no sólo me enseñaron sino que me educaron en la vida) el Don Manuel es un excelente hotel y permite más plazas hoteleras en el centro turístico.

Y también que aunque siga sin gustarme un ápice al mármol de Piornal y la plaza así asfaltada, los que vienen de fuera se extasían al poder contemplar esa imponente visión de la muralla exterior mientras toman en una terraza un tranquilo y (con suerte) soleado café. Ya ven, el avance se impone y pese a que no sea siempre inevitablemente positivo, todo nos obliga a mirar hacia adelante. Quien se queja todo el día no tiene las llaves de nada. Pero es que además, el cambio es sano, reparador. Ya lo decía Lampedusa. Que todo cambie, para que todo pueda seguir igual.

Este próximo martes, en plena fiesta de San Jorge, EL PERIODICO EXTREMADURA celebra su cumpleaños ya que el uno de abril cumplió unos jovencísimos noventa años. Como cabecera señera en la región entera. Como referencia en muchos ámbitos. Como una parte más del paisaje de Extremadura. Lo cierto es que hay, ha habido y habrá enormes dificultades (internas y externas) y piedras en el escarpado camino para continuar con la aventura que es publicar un periódico regional día a día. Los tiempos no son propicios, qué va. Pero desde aquí vaya mi pequeño y muy sincero homenaje a todos y cada uno de los profesionales de este diario que, ahora, es también un poco mi 'casa'. Chicos, están ladrando. Y mucho. Luego cabalgamos.