A LA CONSEJERA DE EDUCACION

Una baja previsible

Maribel Caminero

Correo electrónico

Señora consejera: Como bien sabrá, el embarazo humano dura 40 semanas desde la última menstruación o 38 semanas desde la fecundación (9 meses aproximadamente). Pues bien, Sandra, la profesora que este año va a impartir 2.º de Primaria en el Colegio Público Fernando el Católico de Madrigalejo (Cáceres) lleva justamente ese periodo de gestación y va a dar a luz uno de estos días (enhorabuena Sandra), hecho este que ya sabíamos hace varios meses, tanto los padres de los alumnos de los que fue profesora y tutora el curso anterior, como el consejo escolar del centro, la dirección del mismo y me imagino que algún miembro del escalafón de la consejería que usted dirige.

Los padres, ilusos nosotros, confiábamos que a la hora del inicio de este curso, nuestros hijos podrían contar con un profesor que sustituyera a la titular, de tal forma que no perdieran días de clase, pero cual es nuestra sorpresa, que los alumnos llevan dos días sin su profesor, sin horario de clases y sin haber empezado a realizar las materias correspondientes a este curso.

Pero nuestra sorpresa es mayúscula al preguntar por la solución del problema a la dirección del centro e indicarnos esta que consultado con el departamento de personal de su consejería la posible ocupación de la vacante, le contestan que ni está asignada ni se sabe cuándo lo estará, por lo que nuestros hijos no tienen fecha exacta de comenzar el curso normal, pudiéndose demorar sine die .

Por ello, y en reunión celebrada por los padres de los alumnos afectados y ante la impotencia que se nos crea, hemos decidido no llevar a nuestros hijos al colegio hasta que no se asigne un sustituto a la vacante mencionada o se nos diga la fecha exacta de su incorporación. Incluso hemos barajado la posibilidad de contratar un profesor que les dé clase de manera particular, con el consiguiente quebranto económico que nos supondría.

PERDIDA DE EMPLEO

Sobre la reforma de la Ley antitabaco

Juan Carlos Nieto Conejero

Mérida

Parece que la súper ministra de Sanidad y Asuntos Sociales (nunca antes un responsable de sanidad en nuestro país había tenido tanto poder mediático, ya sea por el virus N1H1, o por lo que sea) ya se ha decidido, o está a punto de hacerlo, por llevar a las Cortes la modificación de la popularmente conocida como la Ley antitabaco y hacerla mucho más restrictiva.

Vaya por delante que actualmente no soy fumador y que la mayoría de la gente con la que me relaciono tampoco lo es, y que ni mucho menos pretendo hacer un apología del hábito de fumar, lo que no es óbice para que crea que la futura reforma de la ley, con la prohibición absoluta de fumar en todos los lugares públicos, sea a mi juicio un desacierto.

Me explico. De todos es sabido de que en nuestro país tenemos una cultura de ocio (de ir de bares concretamente) muy diferente a la de nuestros vecinos del resto de Europa, lo que comporta que en todo el Estado el porcentaje de bares, sea infinitamente superior al de otros países de nuestro entorno.

Creeo que una aplicación más restrictiva de la citada ley condenaría a miles de establecimientos al cierre, pues en ciertas franjas horarias del día, por no decir prácticamente todo el día, la inmensa mayoría de los clientes son fumadores y van al bar para, entre otras cosas, fumar algunos de sus cigarros diarios.

En Europa la cultura de ocio es distinta, y con el poco ratio de establecimientos de este tipo que hay, los pocos clientes que hay se distribuyen entre los pocos establecimientos existentes. Esa misma receta en España provocará el cierre masivo de establecimientos hosteleros, lo que a todas luces creo que no conviene, y menos en estos momentos.