THtay un libro de Vargas Llosa , ´La verdad de las mentiras´, en cuyo prólogo el autor despliega con maestría una posible explicación a esa aparente contradicción. Y que no hace sino entrar de lleno en un terreno trillado pero pocas veces o en pocas ocasiones resuelto del todo. ¿La historia que narra es real o es inventada? Una pregunta repetida a cualquier escritor en algún momento. Y la verdad, casi todos suelen responder de forma dubitativa, ambigua, con el miedo propio de saber que responder en un lado o en otro supone someterse a los dictados de la simplicidad clasificadora, unívoca. Dice Juan Villoro que nada es más real que lo escrito, y añado yo, aun no siendo real y pudiendo ser verdad y mentira. Lo que nos lleva al conocido poema de Pessoa : El poeta es un fingidor. / Finge tan completamente / que hasta finge que es dolor / el dolor que en verdad siente.

Piglia afirma que todo cuento cuenta dos historias, una evidente y otra sumergida que otorga significado profundo a la trama. Y tal vez esa historia evidente sea la mentira que expresa una curiosa verdad (que como señala Vargas Llosa sólo puede expresarse disimulada y encubierta, disfrazada de lo que no es), que es la otra, la sumergida. La cuestión, me parece, no es elegir entre ficción o realidad, entre verdad o mentira, sino dejar que la ficción penetre en la realidad, o la verdad en la mentira, no para eludir o evitar la vida, sino para transformarla. No olvidemos ese recurso, que desde otro lado, también evidencia los terrenos no delimitados: el esperpento, el espejo que al deformar en exceso las características, por su desproporción, las hace existentes. Alan Pauls llega al límite: yo solamente creo en la literatura, es lo único en que creo. Yo creo en algo más, todavía, como en hablar de literatura sin hablar de literatura. Gracias Carlos Galea y Raúl Gil .