Digo yo que si está Teruel Existe, los cántabros, los canarios, el BNG, UPN y por supuesto Esquerra Republicana y el PNV, ¿para acá, para Extremadura, qué va a venir? Si se trata de formar un gobierno en minoría que apoyen los ‘retales’ de todos los territorios y los partidos nacionalistas e independentistas, ¿a los que no aportamos tela para ese traje qué nos va a tocar? Porque Extremadura no deja de ser un territorio disciplinado políticamente hablando cuyos 10 diputados pesan como los demás pero al formar parte de partidos nacionales no valen lo mismo. En el PSOE extremeño (5 diputados), silencio o a verlas venir no se vaya a tambalear el débil gobierno que se pretende hacer. Y en el PP (3 escaños) y Vox (2 escaños), todo lo contrario, pataleo para tratar de derribar el incipiente acuerdo siguiendo las estrategias y directrices marcadas desde sus respectivas direcciones nacionales en Madrid. ¿Y los extremeños mientras tanto? Nadie lo sabe. Pero el dinero de todos, el presupuesto, no deja de ser una manta con que tapar del frío a todos los españoles por igual y ya se sabe lo que pasa cuando la manta es chica, que si se tira para arriba a los de abajo se le acaban destapando los pies.

A mí el abrazo entre Sánchez e Iglesias no acaba de convencerme. Pareciera icónicamente el que Baldomero Espartero y Rafael Maroto protagonizaron en Bergara en 1839 para poner fin a la primera guerra Carlista, pero no deja de ser una escenificación impostada que trata de disimular un error estratégico mayúsculo. Primero, porque el acuerdo supone la constatación del fracaso de junio, el de convocar unas nuevas elecciones para acabar en el mismo sitio pero con peor resultado. Y segundo, porque, en realidad, los protagonistas no tienen todavía nada atado dado que dependen de terceros y, en particular, de quienes quieren destruir el Estado y la España constitucional. El riesgo de entregar, no el gobierno pero sí la gobernalidad del país, a partidos cuyo fin es la independencia de España es grandísimo. Y sin ser un adivino, de llevarlo a efecto (que tiene pinta de que sí), se vislumbra un sendero de cuatro años lleno de baches y agujeros que desde el punto de vista político no vendrá bien ni al PSOE ni a Podemos, pero desde el punto de vista institucional puede suponer abrir la caja de los truenos.

Es obviocque el pacto PSOE-Unidas Podemos empodera al separatismo, le da alas porque con un dirigente fugado y el resto en la cárcel resulta que sus votos valen oro. Y esos apoyos no se dan o se ceden gratis, ni mucho menos, si acaso se prestan a cambio de contrapartidas o concesiones de futuro, pero nunca por buenas palabras o abrazos con quienes son más benévolos con el separatismo. Eso lo sabe Pedro Sánchez, pero a la vez es consciente de que otro camino que no sea un gobierno de coalición llevaría al país a nuevas elecciones que significarían su hundimiento político personal. Mejor plantear un marco de actuación ya cerrado con Pablo Iglesias y anticiparse a las voces críticas que pudieran venir desde las filas del PSOE más histórico, si me apuran más españolista y constitucional, ese que ha venido a llamarse la vieja guardia, la cual guarda las esencias de la política que ha fraguado la democracia de este país desde 1978.

La carta enviada ayer por el secretario general del PSOE a la militancia lo dice claro, que no hay otra salida al bloqueo que el pacto con Unidas Podemos. Lo que no señala es si la militancia, además, es consciente de que con eso no basta, que se requiere cuanto menos del apoyo de fuerzas minoritarias y la abstención de partidos separatistas. Esta cuestión se da por hecho con lo primero y la militancia no opina y, al parecer, no vota.

En la próxima semana el balón va a estar pues en el tejado de Esquerra. La consigna de Oriol Junqueras desde la cárcel es que Sánchez debe firmar un compromiso con el diálogo político, es decir, poner el referéndum encima de la mesa de negociación aunque el PSOE lo rechace. En Esquerra lo que quieren es que el PSOE reconozca que la apuesta por la independencia es legítima aunque no la comparta, una posición que va a generar un conflicto interno de difícil digestión en Ferraz.

No tengo una bola de cristal para saber qué puede pasar de aquí a enero. Hay voces incluso que insinúan que todo va a saltar por los aires y va a acabar en un gobierno socialista en minoría con la abstención del PP. Sin embargo, igual que me da que los extremeños rascaremos poco en este gobierno conformado a partir de ‘múltiples sensibilidades’, tengo el pálpito de que ni los independentistas, ni Podemos, ni el propio Sánchez y su entorno, se van a dejar escapar esta oportunidad de pactar. Veremos.