XLxa verdad es que por muy buena voluntad que pongas no acertarás ni una sola vez. Ya puedes aguzar el ingenio, hacer milagros, encomendarte a los santos o preguntar a otros compradores. El caso es que nunca cumples con las expectativas de tu esposa. También es mala suerte.

Es notorio que las esposas son conscientes de que el paseo diario de los hombres suele ser aburrido y, rebosantes de amabilidad y procurando su bien, proceden a llenarlo de atractivas actividades. "Ya que sales, traete un detergente". Te vas a toda prisa, pues la experiencia te dice que su capacidad de hacerte encargos es ilimitada y en la ciudad hay zapateros, relojeros, tintorerías y amigas que han prometido un roscón que es necesario recoger. Puesto que tu recorrido habitual ocupa varias horas, comienzas la vuelta a casa cuando las agujas del reloj se acercan peligrosamente a la hora de cerrar los establecimientos y es en ese momento cuando: "Cagüen la leche, el detergente de la mierda". Menos mal que encuentras un comercio que cierra más tarde. "Un detergente", pides con la satisfacción del deber cumplido. Y ahí comienza el problema. Porque tú ignorabas que los hay a mano, para lavadora, de color, para ropas delicadas. Recuerdas todas las oraciones de tu infancia y lo echas a suerte con la seguridad de que meterás la pata. Eliges el de ropa delicada, más que nada para tener una defensa y poder argumentar que "como a ti te gusta la ropa delicada". Pues ni por esas. Era el de lavadora. A ver si te crees que ella va a estar dale que te pego lavando a mano mientras tú lees el periódico.

Otro día, no mucho después, te envía a la pescadería, pues como suele haber mucha cola ella no puede perder el tiempo esperando, pero tú sí porque no tienes nada que hacer, excepto leer el periódico. "Dos besugos". Llegas a la cola, sacas tu número y, aunque parezca mentira, te llega el turno. Pero no hay besugos. ¿Y qué hay parecido al besugo? Excepto tú, poca cosa. Optas por una dorada. Pues no era una dorada lo que ella quería. Lo que deberías haber traído eran sardinas. Puesto que no eres tan tonto como ella piensa, lo procesas. "Siempre que falten los besugos es necesario comprar sardinas". Pero mira por dónde llega el treinta y uno de diciembre y te encarga el besugo. Durante el camino vas pidiendo que no haya besugo para sorprenderla con las sardinas y demostrarle que escuchas sus sugerencias y te interesas por satisfacer sus deseos. En efecto, no hay besugos pero sí sardinas. Ahora llegas a casa y resulta que ese día se puede cenar cualquier cosa excepto las sardinas. Especialmente la dorada.

Anuncias que te vas a dar una vuelta y: "¡Qué bien vivís los hombres! Tú de paseo y una hecha una esclava. Voy a pensar que tienes novia". Pero un día no te apetece salir, cosas que sucede en raras ocasiones, por lo que debe considerarse un milagro. Al minuto está ante ti. "¿Pero no sales hoy? ¿Qué te pasa? ¿Estás malo? Anda, vete a dar una vuelta".

A ver si en la quiniela aciertas, hombre.

*Profesor