La victoria de la selección nacional en la copa de la UEFA ha desatado nuestros mejores instintos. Seguro que en el partido de la final, cada uno se ha sentido como si fuera un Casillas , delantero o defensa, vibrando con cada jugada. Se desborda la euforia colectiva cuando gana nuestra selección, especialmente, en el deporte estrella que es el fútbol, el que más hinchas arrastra, entonces sale nuestro orgullo nacional; yo no soy futbolera pero me encanta que gane España y observar cómo se enarbola nuestra bandera y se canta por doquier "Yo soy español, español, sí, sí sí"- Antes del triunfo, parecía que daba vergüenza declararse españolitos y resulta que con esto de la copa europea, ha sucedido lo contrario, se oye el nombre de España en todos sitios y a todas horas, se visten con los colores nacionales, se tararea el himno nacional.

Me cogió el domingo en Madrid y fue apoteósico ver en la plaza de Colón a esa multitud de jóvenes y menos jóvenes compartiendo esa alegría con una euforia desatada más que si les hubiera tocado el gordo de la primitiva. Por unas horas, todos se sienten españoles, solidarios, se abrazan, charlan, gritan y comparten todo con el de al lado, sea cual sea su condición social e ideología, eso no importa ahora, sólo resuena en la mente de todos que somos campeones europeos y eso es lo más importante aunque no se coma ni se duerma. Se olvida la crisis económica, la xenofobia, las hipotecas, en el cerebro todo lo ocupa la victoria futbolera, no hay cabida para más.

Existe una leyenda según la cual Franco fomentaba la afición al fútbol precisamente para que olvidaran la opresión e injusticias de la época y, viendo esto de ahora, puede que tenga un fondo de verdad.

No hay duda, nada une más que el fútbol cuando gana la selección española y se desborda nuestro orgullo nacional. Al menos este triunfo ha servido para que recuperemos algo que creo que ya íbamos necesitando, sobre todo la unión y el sentimiento de españolidad.