Las Olimpiadas, con sus carreras cortas, largas y de obstáculos, se asemeja a la política. Podemos ganó varias medallas en los 100 metros lisos -muchas personas compartían su diagnóstico de la crisis-, pero poco a poco se ha ido deslomando en la carrera de fondo y, sobre todo, en la de obstáculos. Y qué mayor obstáculo que su propio líder, el ególatra y mesiánico Pablo Iglesias, que se abstuvo de dar la cara tras el batacazo de Podemos en el País Vasco (ha perdido casi la mitad de sus escaños) y en Galicia (ha pasado de 14 escaños a ninguno).

Tampoco compareció Pedro Sánchez: los resultados del PSOE en estas dos comunidades, sin ser dramáticos como los de Podemos, no fueron buenos. Y ya se sabe que la victoria tiene muchos padres mientras que la derrota es huérfana.

Pero si alguien va a sufrir la orfandad en los próximos años vamos a ser los ciudadanos. Justo cuando comenzábamos a respirar tras una crisis durísima, nos enfrentamos a otra de consecuencias difíciles de pronosticar. Crisis sanitaria, económica y social, con la circunstancia agravante de que Europa no está entusiasmada con el único país europeo que aloja a comunistas en el Gobierno.

Los numerosos rebrotes y las elecciones autonómicas en el norte han difuminado dos noticias preocupantes: Nadia Calviño ha perdido la presidencia del Eurogrupo, y algunos países europeos han expresado públicamente sus reparos a la hora de ayudar a España, un país al que le gusta ir por libre excepto a la hora de pedir dinero.

Aunque Pablo Iglesias y Pedro Sánchez perdieran su puesto mañana mismo, podrían darse por satisfechos. Sus veloces carreras cortas ya han dado sus frutos. A los españoles, sin embargo, nos quedan por delante un asfixiante maratón y una dura carrera de obstáculos para pagar las fiestas de estos dos aventureros sin capacidad de gestión que han hecho de la política una excusa para medrar en lo personal.

*Escritor.