E xpertos en la vida sostienen que a partir de los cincuenta años se es más feliz. Pero una recuerda con nostalgia sus primeros años en Cáceres, su adaptación al medio y su abrirse camino familiar y profesionalmente. Y reconoce, que pese a la estabilidad actual, aquellos tiempos difíciles fueron felices, mientras tenía a sus hijos -nuestros hijos siempre serán nuestros y los de la ministra Celaá suyos-, deambulaba por lejanos pero entrañables destinos, recorría esta Extremadura que aprendió a querer y se especializaba en pedagogía a la fuerza. Algo de Lengua y Literatura enseñó y también procuró transmitir algunos valores como el respeto a las personas y a sus creencias.

Se le hace cuesta arriba ahora escuchar a la ministra de Igualdad referirse a una directora general fulminantemente nombrada y dimitida de su ministerio, -ese ministerio solo de mujeres-, como una tía. Alba es una tía -dijo la ministra- y la que suscribe se quedó flipando. Y flipó más cuando remarcó Montero que Alba era feminista exquisita, pero que no estaba racializada.

Una enseña a su alumnado -repare el amigo lector en el exquisito colectivo- que el hablante debe adecuar su discurso al contexto. La ministra desconoce este principio pragmático, cree que puede hablar a todas las españolas como a su tribu. Permítanme que muestre aquí mis reservas o mi incredulidad ante su predicado afán de igualdad cuando excluye a tanta gente. A los españoles, a las no feministas y a las que no entienden que racializada quiere decir negra.

Comprendo que tantos progenitores estén preocupadísimos, no ya porque sus hijos reciban charlas sobre valores, sino por el posible adoctrinamiento que padezcan. Máxime cuando la flamante directora del instituto de la mujer atacaba la heterosexualidad sin ambages no hace mucho porque era una forma de dominar a la mujer, amén de mantener una postura claramente agresiva contra el hombre.

A una, que tiene edad de ser abuela pero siempre será madre, no le extraña en absoluto que los padres se defiendan como pueden. También con ese tan mal llamado pin parental.

*Profesora