El viernes, día 9 de febrero, un interno del Marcelo Nessi agredió verbal y físicamente a una cuidadora. Si es correcta (que me temo que sí) la información que me llega, éste es un episodio más (grave) de los que con frecuencia tienen lugar en este centro, a pesar de que casi nunca trasciendan éstos a los medios de comunicación.

Precisamente estos jóvenes delincuentes, hasta que se aprobó la Ley Reguladora de la Responsabilidad Penal del Menor, cumplían, a partir de los 16 años, sus condenas en prisiones de jóvenes a cuyo cargo estaba una diversidad de personal penitenciario (de seguridad y tratamiento) con la debida preparación y experiencia profesional a sus espaldas, lo que nunca era del todo obstáculo para que, en ocasiones, aquellos dieran rienda suelta a su agresividad y crearan situaciones de conflictividad que había que atajar no sin esfuerzo y con todo el potencial de seguridad de que está dotado un centro penitenciario.

Mas nada a la larga se solucionó en el Marcelo Nessi con la sustitución de los educadores infantiles por cuidadores, pues éstos no constituyen precisamente el personal idóneo para hacerse cargo del trato directo con este tipo de personas tan complicadas de llevar. Accedieron precipitadamente a su puesto por oposición desde una titulación de graduado escolar o equivalente, conociendo de antemano que el centro de destino era el Marcelo Nessi , aunque nada sabían del trabajo que les esperaba allí, muy diferente, por cierto, del que su convenio les asigna, que no es otro que la atención a personas discapacitadas. O sea, que ni con calzador podríamos encajarlos en este medio tan especial como es un centro en donde jóvenes talluditos y bastante delincuenciados cumplen sus medidas judiciales, salvo que lo justifiquen razones de ahorro presupuestario. Así, en el día a día, estos trabajadores están sometidos a tal tensión psicológica que, acumulada, acaba necesariamente en baja laboral, lo cual supone que otra persona, que se encuentra en bolsa laboral, vendrá a sustituir a la que ha causado baja, pero con el inconveniente de que dispondrá de menor preparación para realizar su trabajo en un medio hostil y enrarecido por los acontecimientos diarios. Y así se llegará al caso de que se encuentren trabajando más cuidadores interinos (por encima del 50%) que fijos, debido a la alta incidencia de bajas laborales por depresiones y estrés en este colectivo.

Lo anterior es preocupante, pues, si los trabajadores que deben mantener el trato más directo con los internos se encuentran desbordados, no se encontrarán en condiciones de asumir tan delicadas funciones. ¿Qué tratamiento rehabilitador puede esperarse de la institución en semejante estado? Por experiencia sé que para lograr un ambiente de tratamiento adecuado en un medio de estas características debe darse de antemano una convivencia mínimamente ordenada. Si no es así, poco o nada podrá hacerse, salvo ir tirando para que nada cambie y todo siga más o menos igual, cuando no peor.

Hay que construir centros suficientemente dotados de medios materiales que permitan una buena seguridad regimental, una buena clasificación de los internos y un adecuado desarrollo de actividades educativas para su tratamiento, pero es tanto o más determinante dotarlos de un personal cualificado que lleve a cabo con éxito razonable lo anterior. Los ATE-Cuidadores no tuvieron de origen ni han podido adquirir posteriormente esa cualificación. Urge, por tanto, que las autoridades competentes de la Junta de Extremadura los sustituya por otro personal específicamente preparado para la relación directa y diaria con los jóvenes sometidos a medidas judiciales. Dicha preparación tendría que estar basada en conocimientos criminológicos, psicopedagógicos y de actuación social, así como en técnicas de seguridad y resolución de conflictos: preparación análoga a la que poseen los cuerpos penitenciarios, con las adaptaciones precisas, sin perder de vista el fin último de reinserción hacia el que está orientada la ley.

*Exdirector del Centro Penitenciario de Jóvenes de Cáceres II