Somos la repera. Está visto y comprobado que como no nos pongan un policía detrás o no nos llegue una sanción contundente somos incapaces de respetar las normas, concebidas no para fastidiar, sino para intentar frenar una crisis sanitaria y económica que supera todas las previsiones.

A quienes estaban animadamente tomando una copa en la terraza de un local de la margen izquierda del Guadiana, en Badajoz, el domingo pasado, les sorprendió el inesperado y posiblemente desproporcionado despliegue policial organizado para denunciar a los incumplidores de las restricciones marcadas por el nuevo estado de alarma. Existen versiones distintas de lo ocurrido. Había que estar allí y fijarse en todos los detalles para saber con certeza qué estaba ocurriendo. El alcalde, Francisco Javier Fragoso, compareció el lunes en una rueda de prensa para informar de las actuaciones del fin de semana. Se entiende que quería dar cuenta de los incumplimientos para alertar a quienes hacen de su capa un sayo de que las autoridades están vigilantes y tomarán medidas contra quienes no respeten los límites. Según dijo, en una terraza de los locales de río se excedió el aforo permitido un 30%, había camareros sin mascarillas, clientes fumando dentro y fuera del establecimiento y la barra estaba abierta.

El responsable del negocio negó a este diario que hubiese ocurrido tal como el alcalde contó. Clientes de otros bares el entorno han ratificado la versión policial, pues antes de que llegaran los agentes habían mostrado su extrañeza por la acumulación excesiva de gente en el exterior del local. En su comparecencia, Fragoso no quiso desvelar el nombre del establecimiento, a pesar de la insistencia de los medios de comunicación que, con razón, criticaron que si no facilitaba esta información estaba poniendo en tela de juicio a todos los negocios de esta zona del río, que gozan de una ubicación privilegiada en una época en la que ofrecer un amplio espacio al aire libre es todo un lujo para un local de hostelería. Tras lo ocurrido, un grupo de empresarios del sector ha pedido al alcalde que identifique públicamente y sancione a quienes no cumplen las normas de Salud Pública, por el daño que puede causar al propio sector y a la ciudadanía. Los hosteleros andan revueltos porque atisban que su cierre está a la vuelta de la esquina. Ha ocurrido en otros países y en otras comunidades autónomas.

Estaría bien conocer qué porcentaje de contagios se producen en los bares. Hasta ahora sabemos que buena parte ocurren en reuniones familiares y fiestas privadas. No se comprende por lo tanto que cada vez que la autoridad sanitaria establece nuevos aforos se sigan permitiendo celebraciones de bodas, bautizos y comuniones. Da igual 100 o 50. ¿No se pueden posponer estas fiestas hasta que pase la crisis? ¿Tan imprescindible es celebrar una comunión o una boda ya sea con 25 o 50 invitados? Porque serán 25 o 50 posibles contagios si uno de ellos es positivo. Y la «intendencia» sanitaria sabemos que está desbordada.

Buscamos cualquier resquicio para saltarnos a la torera las limitaciones o ponerlas a prueba. Será ejemplarizante denunciar al hostelero, condenarlo e incluso retirarle la licencia, pero de lo que no hay duda es de que la responsabilidad primera y última es de los clientes que incumplen, de los que se reúnen en grupos numerosos, no guardan la distancia de seguridad, no llevan mascarilla, fuman sin levantarse de la mesa o se desplazan desde algún municipio confinado. Ya nos pueden avisar de todas las catástrofes habidas y por haber que están por llegar, de las tragedias que este virus está dejando a su paso en muchas familias, del sufrimiento que está causando y de las secuelas a corto, medio y largo plazo. Nos da igual. Somos la repera. Hasta que nos toque. Entonces será tarde.