La longitud de la cuerda en tensión política fue la adecuada, y finalmente el pasado martes se aprobaban los Presupuestos Generales de Extremadura 2019 por un total de casi 5.800 millones de euros y un incremento del 6,7%. La vicepresidenta de la Junta y consejera de Hacienda, Pilar Blanco-Morales, había convencido a Podemos de al menos abstenerse para que las cuentas fueran aprobadas.

En lo presupuestario, la legislatura que termina le ha salido redonda a Guillermo Fernández Vara y su partido puesto que en minoría y dependiendo siempre de lo que pudiera hacer Podemos que ha tenido la llave de las votaciones, ha sacado las cuentas en los cuatro ejercicios si bien con un primer susto inicial cuando las de 2016 fueron tumbadas por la ingenuidad parlamentaria de Podemos que dejó que los populares se colgaran literalmente de su enmienda de totalidad para dar un primer revés y sonado a la Junta.

Los socialistas y su secretario regional tuvieron que tirar de cintura, de recuperar a la fuerza el espíritu de pacto y corresponsabilidad, además de dejarse algunos jirones políticos e ideológicos al tener que abrazarse al PP de Monago para sacar adelante unos segundos presupuestos 2016.

Una fórmula que renovaba aquellas fotos, aquellos saludos, aquellos acuerdos y pactos en teoría innecesarios de Vara con su rival en la legislatura 2007-2011 que tanta vida le dieron a José Antonio Monago y ayudaron, junto a la ola en caída abismal de Zapatero en Madrid, a que Extremadura fuera predecesora en el tiempo a lo que ahora ha pasado en Andalucía, que el sur ibérico y socialista se pintara por primera vez de azul.

Fernández Vara es un político moderado, pragmático, al que votantes de un amplio espectro ideológico pueden elegir, con un componente fuerte de ideario social pero sin tics extremos que puedan asustar, y heredero de la lealtad histórica que este territorio ha tenido con la construcción nacional española, que desde aquí se ha vivido siempre como absolutamente integradora y abierta al mundo; un trozo de Hispania muy ibérico y más volcado al atlantismo lusitano que a ese gran charco mediterráneo más propio de ese otro gran componente español que es el de la corona aragonesa y sus ingredientes catalán, valenciano, mallorquín…

Eso explica la fuerte oposición que, desde Ibarra a Vara pasando por Monago -’si tens collons’-, ha habido desde aquí a cualquier exageración que desde ese este, ya sea Cataluña, pero también Baleares y menos Valencia, lleve a desequilibrar aún más, por vía política y económica, la ya inclinada hacia la derecha geográfica actividad económica y de desarrollo españolas.

EL COMPONENTE social del PSOE extremeño le ha llevado a, tras dar cierta vida a Monago pactando con él los dos primeros presupuestos, acordar los dos últimos de la legislatura con Podemos, siempre vía abstención porque son los tres partidos con su propio espacio ideológico y electoral, lo que exige huir del abrazo del oso, de la identificación excesiva.

Vara afirma que esta peculiar paz y estabilidad política extremeña, donde a veces se aprueban leyes por unanimidad, y lo mismo salen unas cuentas de centro que de centroizquierda, es un valor que sin embargo debería ser más apreciado por los grandes inversores, esos que con su emprendimiento crean empleo y riqueza siempre dentro del objetivo de beneficio para ellos que conllevan.

Es indudable la tendencia electoral nacional hacia la derecha, y en primer lugar en Cataluña donde la cadena de mando Pujol-Mas-Puigdemont-Torra, siempre ha hecho en el fondo buenas migas con la Aznar-Rajoy-Casado, y cuyos últimos eslabones, el primero de ellos ‘el Le Pen español’ según acuñó Pedro Sánchez en Mérida, son el destilado radical y frentista al gusto de la moda actual. Sánchez lo está intentando todo; negociar, incrementar presupuestos -aunque aquí se quiere olvidar que un extremeño recibiría este año un 54% más de inversiones que un catalán, lo que no deja de ser insuficiente-, poner buena cara y llevar un Consejo de Ministros que hasta una desabrida Colau rechazaba, pero realmente la derecha catalana, y la izquierda de aquel territorio enloquecida, están más interesadas en continuar chocando trenes con el resto de España.