WEw l Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el sábado por unanimidad una resolución por la que condena la prueba atómica de Corea del Norte e impone diversas sanciones que entrañan el aislamiento del régimen de Pyongyang y un embargo de las armas y los materiales vinculados a la tecnología nuclear o de los misiles. Pero después de que los delegados concluyeran la aparente proeza de ponerse de acuerdo, han surgido dudas sobre la efectividad de su aplicación, ya que dos de los principales implicados --China y Corea del Sur-- expresaron sus reservas e insinuaron que los negocios y las relaciones comerciales no se verían afectados por las medidas punitivas. Cabe entonces preguntarse para qué sirve el Consejo de Seguridad, garante de la paz y del orden internacional, pero de reforma inviable, y cuál es el significado de un aparatoso despliegue diplomático que encubre, en medio de las alharacas de la unanimidad, las intenciones de las potencias con derecho de veto. Además del descrédito que pesa sobre el Consejo de Seguridad, a cuya inoperancia ritual se añade ahora la parodia de la resolución, los problemas de la explosión nuclear norcoreana siguen en pie, de modo que la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, prepara ya una gira asiática, con escala especial en Pekín, para mitigar los efectos perniciosos de una resolución ineficaz. Una gestión que desembocará previsiblemente en la reapertura del diálogo a seis (EEUU, China, Rusia, Japón y las dos Coreas) para abordar el desafío del régimen de Pyongyang. ¿Para qué entonces el tribunal de la ONU? Simplemente para confirmar que el rechazo universal es un simulacro.