WLw as normas de seguridad que observan los aeropuertos de la Unión Europea desde noviembre del año pasado pueden estar pensadas "para tranquilizar a la gente", pero es más que discutible que sean eficaces para prevenir un ataque terrorista.

Las dudas las expresaba en la edición de ayer de EL PERIODICO EXTREMADURA el experto en seguridad que fue capaz de saltarse todos los controles y entrar en el Parlamento Europeo con los artilugios precisos para armar una bomba metidos en una maleta. Se trata, por lo tanto, de una conclusión fruto de la experiencia que, por lo demás, coincide con la muy extendida entre los pasajeros que soportan tediosos e ineficaces filtros de seguridad en todos los aeropuertos de Europa a sabiendas de que de poco sirven para evitar un atentado.

No valen siquiera para disuadir a potencialesterroristas, de acuerdo con todos los indicios, por lo que cabe preguntarse por su utilidad y si está justificado el altísimo precio que debe pagar el contribuyente por una seguridad que no lo es. Si la respuesta única a estos interrogantes es que se trata de prevenir el terrorismo global con criterios anglosajones, hay que exigir que cuanto antes se sometan a revisión todos los protocolos y se deje de molestar innecesariamente a los usuarios de los aeropuertos. Es abundantísima la bibliografía referida a la probada ineficacia de los últimos años de británicos y norteamericanos para identificar amenazas terroristas, y las hemerotecas rebosan de planes fallidos y alarmas injustificadas que desencadenaron estados de histeria colectiva en ambos países en los últimos años a pesar de las medidas de seguridad que paulatinamente han ido poniendo en marcha para evitarlas.

Es una mala noticia para el respeto a los usuarios de los aeropuertos que la revisión de las normas de seguridad que debía entrar en vigor este mes se aplace un año. La práctica ha demostrado que el proyecto de seguridad aeroportuaria al que aspiraba el Reino Unido, y que fue moderado por los gobiernos de España, Francia e Italia, era y es puramente efectista, pero los filtros y las limitaciones acordadas son totalmente ineficaces a la hora de preservar a los usuarios. Si, como aseguran los entendidos, prohibir líquido en los aviones no sirve de nada y otras medidas vigentes apenas dificultan la actividad de los terroristas, hay que convenir que urge volver al realismo.

Puede que así, con idénticos recursos económicos y menos incomodidades para los millones de viajeros que anualmente utilizan los aeropuertos, se logre mejorar la seguridad, aunque las medidas puestas a contribución de este objetivo no sean tan visibles. Está por demostrar que multiplicar los obstáculos antes de subir a un avión aumente la confianza del pasaje. Lo que sí es palpable es el hastío de los viajeros ante este maremágnum de medidas que no conducen a ninguna parte, salvo llegar más tarde al destino.