TStiempre me fascinaron las serpientes de verano. Para quien no esté familiarizado con el argot periodístico se denomina así a un tema baladí que en cualquier otra época del año apenas tendría recorrido de más de dos días en las páginas de un periódico, en la radio o en la tele, pero que dada la escasez de informaciones por culpa del cese de la actividad política se le da más espacio que en otra época del año, amén de ser recurrente y de explotarse desde todos los puntos de vista posibles. Los meses de julio y agosto para muchos periodistas significan una auténtica travesía del desierto que deben cumplimentar con redacciones aún más adelgazadas de lo que ya lo están en otras épocas del año. Y con la inestimable ayuda de los redactores en prácticas. Recuerdo cuando era pequeño serpientes de verano que ahora nos sonrojarían: ovnis, plagas de cucarachas, animales salvajes escapados de sus zoológicos... De hecho, el nombre de serpiente de verano viene de serpientes de grandes dimensiones que aparecían sueltas y hasta que no eran cazadas por los vecinos ocupaban páginas y páginas de la prensa en mi Sevilla natal. Ahora las serpientes de verano no tienen el sabor de antaño: el calor, la corrupción, la especulación urbanística de las playas, el precio del metro cuadrado de la vivienda nueva y usada, las vacaciones de los reyes Felipe y Letizia ... En fin, un aburrimiento. Recuerdo con emoción algunas alertas ovni que las emisoras de radio convocaban en verano aprovechando los cielos despejados y la bonanza del clima. El verano es un momento perfecto para observar las estrellas. Los testimonios de los oyentes y en ocasiones testigos de luces extrañas en el cielo permitían dibujar trayectorias de naves no registradas recorriendo la península Ibérica. Los días siguientes los periódicos y las emisoras llenaban páginas y espacios dilucidando si lo que habían visto era la estación espacial internacional, Venus o naves de otro planeta. En fin. Eran otros tiempos. Refrán: El que al hijo consiente, va engordando a la serpiente .