Si algunos dirigentes y militantes del PSOE se frotaban las manos cuando los medios de comunicación publicaron (en Twitter) las diferencias de opinión entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, pensando en que «a río revuelto ganancia de pescadores», e incluso algunos de ellos aprovecharon para intentar echarle leña al fuego, ¿qué se les puede decir ahora que han sido testigos o parte de un auténtico intento de golpe de estado dentro de su propio partido? Los famosos barones, esas viejas glorias cada día más escoradas a la derecha ideológica, han encabezado con algunos presidentes autonómicos un auténtico golpe de estado dentro del PSOE para derrocar a su todavía secretario general, Pedro Sánchez. Lo han hecho con la ayuda de 17 de los 35 miembros de la ejecutiva, y muchos de ellos movidos por el revanchismo y tal vez por el hecho de no estar conformes con que su partido no haya colaborado en facilitar la gobernabilidad del Estado, o lo que es lo mismo: facilitar al Partido Popular la formación de gobierno con su voto o abstención. No somos pocos los que pensamos que desde el sector disidente del partido se le está allanando el camino a la presidenta andaluza, Susana Díaz, Triste, es verdad, pero esta podría ser la realidad.