Ya estamos de campaña. Es tiempo de elecciones. Resuenan los discursos por las plazas de España. Siento pena profunda por la clase política. Caminan cuesta arriba, la crisis no acompaña. Suspenden en los sondeos. No convencen sus palabras. Las promesas de los políticos inspiran menos confianza que las románticas palabras de un novio encendido. Unos y otros van a lo que van, a llevarse a la víctima al huerto. Pero las jóvenes, al menos, se animan con los dulces arrullos ensayados por los novios que les echan un tiento.

A los ciudadanos no nos queda siquiera ese consuelo. Ya sabemos que nos engañan. Pero a cambio del voto que entregamos por promesas que valen muy poco, pido aquí que nos hagan discursos con gracia y con esmero. Un discurso bien hecho es una conversación con el pueblo. Debe tener tonos altos y bajos. Arrancar carcajadas y sonrisas. Hacer preguntas, con pausas, cuya respuesta conoce el auditorio. Pero sobre todo, que nos hagan reír, hasta que duelan las tripas.

El placer de la oratoria al oído del hombre es algo sin igual. Desde los aedos griegos hasta los raperos modernos, pasando por poetas medievales o los romances de ciego, la palabra bien dicha es un regalo al cerebro del que escucha. Estamos fabricados para disfrutar con la voz, el ritmo, y el acento; nos complace el tono, el énfasis, la cadencia bien modulada. Desde niños nos gusta dormirnos escuchando los cuentos narrados por madres que hilvanan el cariño con palabras.

Política y retórica han de ir de la mano. Se oían en España en tiempos no lejanos, discursos bien armados, llenos de ironía, que al tiempo conjugaban, sin perder melodía, ataques de gran saña, ideas enfrentadas, polémicas ardientes y musical simetría.

En las primeras Cortes estaban Blas Piñar y Pasionaria juntos. Y a su lado Carrillo, Telesforo Monzón , y Fraga con Alberti . Vecinos enfrentados sobre los restos del franquismo moribundo. Eran todos ellos maestros de la palabra, de la oratoria monstruos. Ahora son difuntos.

Se oían esos años, en las plazas de toros, discursos increíbles. El sevillano Guerra , con gracejo excesivo, acosaba al buen Suárez , quien después de su histórico ´puedo prometer y prometo´ traicionado por todos, y con gesto discreto, se rindió ante González .

Recuerdo el trueno de voz de la Ibárruri , en Madrid, ante los miles que la aclamaban al cumplir ochenta abriles. Y a Blas Piñar en el Casino de Zaragoza, con Franco agonizando. Y Telesforo en Anoeta, a un año de su muerte, en perfecto vascuence.

Unos y otros causaban delirante entusiasmo a sus audiencias. Similar en calor y pasión a un concierto de los Rolling Stones. Con su sola presencia en escena arrancaban oleadas de aplausos. Había un vínculo de ardor entre auditorio y orador.

Un discurso bien pronunciado, con ideas y un argumento sólido es mejor que una obra de ópera. Hace veinte siglos que griegos y romanos escribieron las normas para un buen orador. La cosa es sencilla, si la voz acompaña. La prueba está en Obama . La semana pasada, mientras mataba a Osama , entre bromas y risas anunciaba a la audiencia, que será candidato para la presidencia. Su discurso fue un rosario de bromas e inventos, con una gran exclusiva: "El video de mi nacimiento". El público espera con gran expectación, se apagan las luces, se inicia la sesión. Y Obama les proyecta el parto de Simba, en el ´Rey León´. Después de las risas, la gente se relaja. El presidente sabe que juega con ventaja. Quedan para otro días las fotos de Bin Laden.

La verdad es que la oratoria, como la música, o el baile, exigen dotes naturales que no todos tienen. Se puede aprender, pero los maestros son aquellos que llevan la voz en los genes. Siempre hablan mejor aquellos que se creen ciegamente lo que dicen.

En Extremadura destaca el gracejo de Ibarra , maestro del vocablo. Nunca hizo discursos que no tuvieran bromas, pero hablando alto y claro. Fernández Vara , en cambio, tiene tanto la voz como el semblante serio, habla como un doctor, pero le falta el toque del alegre sureño. En Mérida Angel Calle retumba como Estentor , merece que se le nombre.

A nivel nacional el panorama es pobre. La seriedad de Rajoy encaja con la tristeza de Zapatero, Rubalcaba o Llamazares . Cuando habla Rudi , o Esperanza Aguirre , más que discursear, parece que nos riñen. Ahora que vivimos en tiempos sombríos, el país necesita líderes con casta, que hablen con entusiasmo y nos saquen de este marasmo. Yo por mi parte, prometo mi voto, al que mejor hable.