Son depredadores, adaptables, fuertemente territoriales, se organizan en manadas estructuradas mediante una férrea jerarquía y donde los miembros que plantean cualquier obstáculo son rápidamente eliminados. Los rasgos de su lenguaje corporal incluyen el rostro agresivo, el cuerpo encorvado, la suspicacia en los ojos y la tensión permanente. Son los canis lupus, conocidos convencionalmente como lobos.

Ahora fíjense en Donald Trump . En esos ojos pequeños y penetrantes, en esos dientes que por más que trata de evitarlo acaban apareciendo siempre, en ese rictus labial recio y encogido, en esa mandíbula inferior tensa y presta para la lucha, en esas cejas en permanente alerta que conjugan a la perfección con su ceño fruncido. El lenguaje no verbal es una de las herramientas más fascinantes del ser humano, y no solo porque lo dice casi todo de nosotros sino, sobre todo, porque jamás puede controlarse hasta el último detalle.

Ya en 1895 decía Gustave Le Bon , pionero en el estudio de las masas, que "ni bien se junta cierto número de seres vivientes, tanto sean animales como seres humanos, instintivamente se colocan bajo la autoridad de un jefe ... una masa es un rebaño servil, incapaz de estar sin un amo". Lenguaje corporal y comportamiento social son algunas de las muchas cosas en que los seres humanos conservamos todavía nuestro origen salvaje.

El concepto de "masa" del que hablaron Le Bon, Freud o el gran Ortega y Gasset era la idea literal de seres humanos arremolinados en las calles cumpliendo patrones gregarios para ejercer su poder; pareciera como si los estudios de los tres (de 1895, 1921 y 1929) hubieran sido obras de cabecera para los líderes fascistas que tan asombroso dominio de las masas demostraron en los años 20 y 30 del siglo pasado.

Nada de la naturaleza humana ha cambiado desde entonces, ahí permanece todo ese potencial dañino de las masas, que durante las últimas décadas ha ido derivando desde las calles hacia los medios de comunicación. Lobos televisivos como Berlusconi y Trump son un perfecto ejemplo de ello, así como el creciente fenómeno "hater" --acosadores y críticos destructivos que a veces se convierten en líderes negativos-- en un medio tan nuevo como las redes sociales.

ES TIEMPO de lobos. Tiene su lógica. La gente está muy enfadada, y con razón. La política no ha sabido defender adecuadamente los derechos de la inmensa mayoría de los ciudadanos, y diversas decisiones económicas en parte equivocadas y en parte pensadas para enriquecer a una minoría han hecho que todo salte por los aires. La gente cabreada pide líderes cabreados, y era solo cuestión de tiempo que llegaran. La serenidad y el talante de Zapatero o la suave contundencia de Obama no caben en este nuevo ecosistema.

A muchos países del mundo han ido llegando los lobos. Líderes agrios, severos, con el ceño fruncido, que agreden con la palabra y con la mirada, que liquidan a rivales políticos sin contemplaciones y que están dispuestos --parafraseando a Maquiavelo -- a que el fin justifique cualquier medio. Depredadores políticos cuyo fin es ser el jefe de la manada. La política como lucha encarnizada por el poder.

De izquierdas o de derechas, los lobos han ido ocupando espacios cada vez mayores. Simplemente busquen en Internet varias fotografías suyas y descubrirán fácilmente sus rostros agresivos e iracundos: el finlandés Timo Soini , la francesa Marine Le Pen , el griego Nikolaos Michaloliakos , el venezolano Nicolás Maduro , el húngaro Victor Orban , el holandés Geert Wilders , el estadounidense Donald Trump o el español Pablo Iglesias son ejemplos de lobos políticos, en cuyos rostros está claramente dibujado el gesto del enfrentamiento, no el del diálogo.

Theodore Zeldin , antropólogo, historiador y filósofo palestino dijo, en una entrevista concedida a El País el pasado domingo 8, que cuando concebimos a los demás como enemigos nos volvemos salvajes, "y de forma inútil, porque solo les irritamos más si luchamos contra ellos". La idea de enemigo es permanente en los discursos beligerantes de todos estos líderes, casi siempre, como dice Zeldin, contaminados de fanatismo.

En España, Pablo Iglesias ya ha dado cuenta de sus compañeros Sergio Pascual e Iñigo Errejón y ahora de Alberto Garzón ; si miran los rostros de los tres descubrirán la mansedumbre de quien se sabe devorado por los lobos. Son solo los tres primeros. Habrá más si nadie lo evita.

Algunos concebimos el liderazgo y la política de otra forma. Pero no es nuestro tiempo. Lo más probable es que tengamos perdida la batalla por tratar de imponer el diálogo sobre el enfrentamiento. Al fin y al cabo, Thomas Hobbes llevaba parte de razón con su "homo homini lupus est" (el hombre es un lobo para el hombre). Algo que en algunos momentos de la historia se ha impuesto con absoluta crudeza. Y este tiempo que vivimos se comienza a parecer alarmantemente a uno de esos momentos.