Una niña y una mujer sujetando un cartel en el que piden regresar sanas y salvas a casa. Fue una imagen muy difundida con motivo del día de la mujer del 2019. Hoy, un año después, sigue siendo válida porque, ha pasado un año pero, ¿qué ha cambiado?

El mayor barómetro es la opinión de la calle, en este caso de las mujeres, la sensación de si ha cambiado algo o todo sigue igual, y mi percepción es que gana la segunda afirmación. Esta idea se sustenta, sobre todo, en el número de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas desde que ha comenzado el año. Catorce hasta el pasado 2 de marzo, prácticamente una media de siete al mes (siete en enero, seis en febrero, una en lo que va de mes). Mujeres y una niña, a manos de su padre y a esto se suma que continúa habiendo violaciones grupales, nuevas ‘manadas’.

Las mujeres siguen pensando que los poderes del Estado no son o no quieren ser verdaderamente conscientes del problema. No actúan con firmeza. Acaba de aprobarse un anteproyecto de ley sobre libertad sexual, sí, pero tardará más de un año en ver la luz. ¿Y mientras tanto?

Mientras tanto, las madres de hijas menores no dudan en llevarlas a clases de defensa personal, en decirles que no vuelvan NUNCA solas a casa, en pedirles que tengan cuidado con quién están, que no suelten su bebida porque les pueden echar algo...

Las madres tienen miedo por sus hijas y las que son víctimas de maltrato, también por ellas mismas, pero muchas no lo denuncian. Ninguna de las 14 de este año, de hecho. ¿Por qué? Quizá por dependencia emocional o económica, quizás por miedo a las consecuencias para ellas o sus hijos, quizá porque su sensación es que nadie les va a ayudar fuera de casa.

Es necesario actuar ya y actuar para dar garantías, para darle la vuelta a esa sensación y que la mujer sienta que verdaderamente es libre para comportarse como quiera de día o de noche sin sentirse juzgada o sin que haya quien considere que va buscando algo y que la que es víctima tenga el convencimiento de que, si denuncia, el calvario va a terminar, para ella y para sus hijos.

Para que no haya futuras maltratadas, acosadas o agredidas, lo principal es la educación, pero desde pequeños, no cuando son ya adolescentes. Tanto si existe como si no existe en casa, tiene que darla la escuela. Para las que sufran cualquier tipo de violencia machista o de género, debe haber salida, todos los apoyos, todos los recursos y para el agresor, castigo, real, efectivo, porque nadie debería vivir eternamente con miedo. H*Periodista.