Las elecciones catalanas no han deparado sorpresas frente a lo que vaticinaban las encuestas: victoria clara de Convergéncia i Unió, con 62 diputados; debacle de los tres partidos que formaban el gobierno tripartito anterior (PSC, ERC e ICV); un fuerte ascenso del PP e irrupción en el Parlament del partido del expresidente del Barcelona, Joan Laporta.

Artur Mas será, con toda seguridad, el nuevo presidente de la Generalitat: sus 62 escaños le dejan a seis de la mayoría absoluta, pero el partido nacionalista tiene suficiente margen para negociar acuerdos puntuales para sacar adelante su política, tanto con los nacionalistas a su izquierda, como con los socialistas e incluso con el PP. De otra parte, las elecciones de ayer han dejado una distribución de escaños que no permite ninguna otra alternativa a la de Mas.

Por su parte, el PSC ha perdido 9 diputados (de 37 ha pasado a 28). Unos resultados acordes con el sentido de su campaña electoral, en la que José Montilla salió derrotado de antemano: por la propia gestión al frente del tripartito y también porque se comprometió a no reeditar esa fórmula de gobierno. Su declaración, a mitad de campaña, de que no volvería a presentarse como cabecera de cartel electoral solo venía a certificar la defunción de su gestión. Anoche, tras reconocer su derrota, añadió un eslabón más a su operación desenganche al anunciar que no volvería a optar a la secretaría general del PSC.

Que el tripartito era cadáver desde hace mucho tiempo para los votantes catalanes lo pone de manifiesto que los tres partidos que lo constituían han perdido 22 de sus 70 escaños (un 30% de los apoyos). Esquerra Republicana ha protagonizado el gran batacazo: ha perdido más de la mitad (11) de sus 21 escaños, mientras que ICV, el partido ahora liderado por Joan Herrera, ha pasado de 12 diputados a 10.

Las elecciones de Cataluña tienen un segundo ganador: el PP de Alicia Sánchez-Camacho. La formación conservadora ha obtenido 18 diputados, 4 más de los que tenía y arrebata la posición de tercera fuerza política a los nacionalistas republicanos. Es imposible no interpretar la ampliación de sus apoyos, al menos buena parte de ella, como un castigo a Rodríguez Zapatero (así se apresuraron a interpretarlo tanto la propia Camacho como los responsables nacionales populares). El avance del PP en Cataluña tiene una parte inquietante, debido a que buena parte de su campaña ha girado en torno a la emigración, asunto sobre el que la candidata se ha deslizado por una pendiente peligrosa cercana al populismo xenófobo.

Por último, el partido de Joan Laporta ha obtenido 4 escaños y se ha convertido en la sorpresa de estos comicios, habida cuenta de que las encuestas no le otorgaban más de un escaño. Artur Mas pretende hacer bandera ante el Gobierno de un concierto económico de contenido similar al del País Vasco. Desde Extremadura no puede verse con buenos ojos esa fórmula, que entraña un privilegio y que ahora el líder de CiU quiere incorporarse a él. La única fórmula para contrarrestarlo sería que en Madrid hubiera un gobierno fuerte. En estos momentos, un imposible.