TEtxiste una moda masculina para viajar en verano, que no ha aparecido en la prestigiosa pasarela de Milán, en la célebre de Nueva York, en el ilustre Salón Gaudí, en la distinguida Pasarela Cibeles o en alguna de las notables exhibiciones de ropa que tienen lugar en París. Sin embargo, a pesar de esta orfandad de orígenes, el éxito es tan extenso e intenso, que es muy difícil, llegadas estas fechas, no toparte con alguno de los entusiastas seguidores de esta especie de uniforme que consta de chanclas de dos tiras de goma, con su origen sujeto entre el dedo gordo y el siguiente dedo del pie; camiseta sin mangas de amplia sisa, que permite ver la velluda población de la axila; y pantalón-bañador de amplio espectro en florido estampado, uno de esos bañadores que se los pone Danny de Vito en una escena y los espectadores se pegan codazos para advertir que esto va de risa. Sin embargo, el uniforme de verano para viajar lo lleva gente aparentemente seria, sin importarle las frías temperaturas que el aire acondicionado alcanza en el interior de AVE, aviones, restaurantes etcétera. Un día, al percatarme de que me precedían en la entrada al comedor dos individuos, con el famoso estampado en tonos rojos del traje de baño, le pregunté al maitre si había goteras, y el maitre me miró con la duda de si debía despacharme, pero sin ningún signo que me permitiese alcanzar la certeza de que había captado la ironía.

Esos bañadores, al sentarse, elevan su pernera hacia arriba, y la corva de la rodilla --una de las partes del cuerpo que más sudor produce-- se adhiere y se frota al borde tapizado de la silla del restaurante o del asiento del tren o del avión, dejando su huella indeleble hasta que llegue el lejano día en que se limpie o se cambie la tapicería. Pero el momento en el que hay que demostrar mayor entereza es cuando el sujeto levanta los brazos para asir el equipaje, y la selva pilosa del sobaco queda justo delante de la nariz. Es el momento en que te acuerdas del padre que ideó el uniforme.

*Periodista