Cuando el ministro Cristóbal Montoro intentó justificar la situación económica del cine español, eludió referirse al aumento del IVA y el notable descenso de las ayudas estatales y se refugió en una opinión personal y peligrosa que levantó una notable polvareda: achacó esa crisis a la "calidad de las películas". Un comentario completamente inimaginable en otras industrias; la del automóvil, por ejemplo.

Porque lo cierto, y pese a su innegable peculiaridad, es que el cine es básicamente una industria de la que viven decenas de miles de personas y que se sustenta en dos pilares fundamentales: la recaudación en taquilla y las ayudas promovidas por la Administración. En cuanto a estas últimas, las noticias son alarmantes porque el Fondo de Protección a la Cinematografía ha visto reducida su partida presupuestaria para el 2014 en un 14%. Se trata de 33,7 millones que han de servir para amortizar películas que se rodaron hace dos años y que superan con creces la cantidad prevista. Una situación insostenible y que plantea el problema de cómo se pagarán las que se producen hoy.

En cuanto a la recaudación, la evolución de los ingresos por taquilla de las películas españolas ha experimentado, con altibajos, un aumento sostenido desde los primeros años de este siglo hasta el 2012. Con la implantación del 21% de IVA, y en consonancia con la recaudación de las salas de exhibición, este 2013 ha vivido un descenso notable, un dato que en los últimos meses ha remontado gracias a éxitos populares como Las brujas de Zugarramurdi, Zipi y Zape y el club de la canica, Séptimo y Los amantes pasajeros.

La industria, ciertamente, pasa por momentos complicados, pero tanto las recientes iniciativas de exhibidores y distribuidoras para abaratar las entradas como el respaldo del público al producto español o la proyección exterior de los filmes hacen albergar esperanzas en un futuro que necesita urgentemente de la ayuda estatal, tanto en el ámbito de las subvenciones como en las reducciones fiscales o con un impuesto que ahora está a años luz de Europa.

En Francia, por ejemplo y sin ir más lejos, el IVA de las entradas está en el 7% y en enero se reducirá al 5%. No se trata, pues, de la calidad de las películas, como dijo el ministro, sino de la fe que debemos depositar en una industria que demuestra con sus productos que, a pesar de todo, sigue viva.