Tengo un amigo que siempre que llegan unas elecciones me dice lo mismo: «votaré a los míos tapándome la nariz». Con ello lo que me dice es que va a votar a los de siempre, lo que ha hecho toda la vida, a los suyos, aunque de manera disconforme, no estando de acuerdo ni con el candidato, ni con el mensaje, ni con las actuaciones que han llevado a cabo desde la última vez. Es un chollo de votante; haga lo que haga su partido, tiene obediencia debida y cada domingo de elecciones acude a su colegio, papeleta en mano, a pagar su contribución. No es militante, no lo tiene el partido ‘enchufado’ en ningún sitio, ni siquiera le gusta el candidato propuesto sino otra que perdió las primarias. Pero ahí sigue: fiel a unas siglas, esclavo de una ideología, acólito de un partido que, para él, no lo ha hecho bien, pero hay que seguir dándole oportunidades, no dejando margen siquiera a la abstención ni a la alternativa.

Por eso es por lo que los partidos, a pesar de hacerlo mal, de los casos de corrupción o de la irresponsabilidad de no llevar a término el mandato que le dan las urnas, siguen cosechando votos, acumulando poder, estando presentes de forma perenne. Son esos ejércitos de votantes que, aunque se den de cabeza con la pared, aunque se sientan traicionados por en quienes confiaban, son incapaces de ser infieles. Forman ‘el suelo electoral’ de toda formación, la base sobre la que se configura todo partido político en la que entran militantes, colocados y correligionarios que, pase lo que pase, aunque el barco se esté hundiendo, siempre están.

De ahí que me haga gracia una jornada de reflexión como la de ayer, previa a unas elecciones. ¿Qué reflexión va a hacer esa gente? No siguen la campaña para contrastar ofertas, no afean la torpeza o ineficacia de su candidato, disculpan sus errores, no reparan en quiénes encabezan las listas de su circunscripción correspondiente, les da igual que lo hayan hecho bien o mal... ¿Son los míos? Pues no hay nada más que decir, como si en lugar de hablar de política, del futuro de este país o de las cosas del comer, estuviéramos hablando de fútbol donde lo que importa son los colores, ‘manque pierda’.

¿QUÉ VA A PASAR HOY? No tengo una bola de cristal, pero teniendo en cuenta a las bases fieles de cada partido (que son inamovibles) y la teoría de los vasos comunicantes consistente en que quien es de derechas solo vota al PP o a Vox (o si acaso a Cs) y quien es de izquierdas solo tiene como opciones al PSOE o a Unidas Podemos dado que Más País no se presenta en la mayoría de las circunscripciones, vamos a una nueva situación de bloqueo donde un bando u otro van a sumar pero no van a ponerse de acuerdo y los de enfrente no van a abstenerse para dejarles pasar.

Mañana estaremos mirándonos los unos a los otros sin saber muy bien cómo hemos llegado hasta aquí y qué pasos se pueden dar a partir de ese momento. Porque una repetición electoral ya no es solución: sería emprender un viaje de desgaste social para llegar al mismo destino. No fue extraño que en el debate televisivo del lunes Pedro Sánchez sacara de la chistera la propuesta del PP de antaño de que, caso de no alcanzar un acuerdo, gobierne la lista más votada. En su imaginación ya tiene dibujada la escena cuando se abran las urnas: un bloqueo de campeonato y un encargo del rey de formar gobierno sin saber cómo llevarlo a término. Ojo, que si el vencedor es Pablo Casado, no crean que el panorama va a ser distinto. Es imposible que el resto de fuerzas políticas, donde recordemos están los partidos independentistas, dejen pasar a un gobierno de derechas. Menos aún si su resultado no es suficiente y necesita apoyarse en Vox.

Con este panorama, la situación política de este país empieza a ser desalentadora. El PSOE pensó que la jugada de Rajoy de 2016 repitiendo elecciones le iba a funcionar a ellos también ganando mayor cota de representación en el Congreso de los diputados y, a partir de ahí, buscar la abstención del PP. Pero no contaban con que la sentencia del ‘procés’ iba a provocar unos altercados en Cataluña como han sido ni que Vox iba a experimentar ese ascenso que le dan las encuestas reteniendo el alza del PP y hundiendo a Ciudadanos.

¿Y ahora qué? Pues a esperar de las urnas el milagro de los panes y los peces o que los pierdan sean más condescendientes viendo a dónde va abocado el país. Porque unas terceras elecciones generales ya les digo yo que no; la ciudadanía en general no soportaría la ineptitud ni la falta de responsabilidad de la clase política. Eso lo sabe todo el mundo, hasta los que hoy se tengan que tapar la nariz.