Conocido en Plasencia por su etapa como concejal de Cultura, Ángel Custodio acaba de ser nombrado director de Cáritas Diocesana de Plasencia. Con su humildad habitual cuenta para el Periódico cómo afronta esta nueva etapa.

-Ha sido militar, concejal y ahora director de Cáritas, ¿cómo ha recibido el nombramiento?

-Aunque pueda sonar raro, es una evolución normal porque las tres áreas tienen una cosa en común, el servicio, el estar con la gente. En mi etapa de militar tuve la suerte de dedicarme a enseñar a los soldados a leer y a escribir y también dábamos cursos de electricidad y manejo de vehículos. En Plasencia, he colaborado con la parroquia de San José, ayudando a chicos con necesidades. Además, la tarea de concejal yo la considero como un servicio, no como ser el jefe de una concejalía. Ser director de Cáritas no es un choque, es seguir colaborando con la gente y escuchándola, que es muy importante.

-¿Qué le gustaría hacer en estos cuatro años?

-Seguir colaborando con las personas que necesitan ayuda, desde otra perspectiva, para que se sientan personas. La gente quiere que la escuchen y la acojan.

-¿Y por qué cree que hay gente que prefiere pedir o dormir en la calle que acudir a las parroquias o a Cáritas?

-No he llegado a darme esa respuesta. Conozco a mucha gente que vive en la calle y hablas con ellos y no quieren. Escuché en un programa de televisión que algunos piensan que en los albergues hay personas malas que se enfrentan al nuevo para que se vaya. Pero yo no he visto rechazo a nadie en el Centro de Acogida Temporal o el CRR, donde voluntarios y trabajadores están permanentemente al servicio de esas personas y no tienen horario. Creo que todos los que están en la calle en Plasencia van al comedor y lo agradecen, pero son reacios a ir a un centro.

-Hablando del comedor, el anterior director ha dicho públicamente que es deficitario...

-Lo que sucede es que, si en un momento determinado, el gasto en comida se pasa del presupuesto, porque aumenta el número de usuarios, Cáritas responde de ello. Es cierto que las campañas que había antes no se han vuelto a hacer y eso lo quiero cambiar y que vuelvan. Allí, en la calle Trujillo, tenemos más de veinte voluntarios que se van turnando y sirven unos 38 o 40 menús diarios, de los que 18 o 20 son presenciales y el resto se lo llevan a sus casas.

-¿Ha cambiado el tipo de personas que necesitan comida?

-Sí porque hay gente que se ha quedado sin trabajo o sin familia. También hay padres o madres separados y con niños, aunque estos no van al comedor. Otra cosa que tenemos es un servicio de duchas para quien lo necesite.

-Por aclarar, ¿qué es Cáritas y cómo trabaja?

-Cáritas es la Iglesia. No es una oenegé sino un apartado de la Iglesia para las personas necesitadas. En Plasencia tenemos el comedor social, el CAT y el Centro Regional de Reinserción y también dos pisos de vida autónoma. Dentro de Cáritas Diocesana está la Interparroquial, que forman las parroquias y reciben a gente pidiendo ayuda a diario. Esta gente puede llegar a nosotros o no, depende de si se le resuelve el problema. Intentamos controlar también la picaresca, que la hay.

-¿Cuántas personas trabajan en Cáritas?

-Tiene 37 trabajadores contratados en los servicios generales y el resto somos voluntarios. También tiene una empresa de inserción, Grupo Cáparra, con 38 contratados y su obligación es que entre el 60% y 65% hayan estado en situación de exclusión social.

-¿Cree que ha aumentado la necesidad en los últimos años?

-Sí. No solo se trata de la comida. Hay veces que las necesidades no se cubren con el sueldo, que no llega para pagar la luz, el agua, los alquileres. Nosotros trambién colaboramos con eso.

-¿Y cómo afronta Cáritas todos los gastos?

-Con ayuda de subvenciones del Estado, la Junta y el ayuntamiento. Además, la aportación ciudadana a través del IRPF es fundamental, la base de su mantenimiento. Da igual que se ponga la cruz en Iglesia o en fines sociales. Cuantas menos cruces, menos dinero hay para repartir. Las necesidades van a ser siempre mayores porque irán saliendo otras pobrezas.

-¿Está afectando el hecho de que los jóvenes estén cada vez más alejados de la Iglesia?

-Claro que está afectando. Por los motivos que sean, se nota mucho y tienen que intervenir el Estado o las comunidades porque esto no es solo cosa de la Iglesia, es de todos y alguien tiene que hacer frente porque la gente depende de ello, no puede perderse. La Iglesia está haciendo lo que puede para que la juventud vuelva a la Iglesia, hay que saber llegar a ellos, sin perder la fe y la doctrina de la Iglesia.

-¿Un último mensaje?

-Que voy a continuar con el ritmo que lleva Cáritas. Yo no vengo a quitar ni poner tabiques, todo se puede mejorar y para eso se trabaja y hay que evolucionar a otras necesidades que hay que cubrir. Además, Cáritas tiene las puertas abiertas a todo el que quiera colaborar y no se le va a preguntar si va a misa o no, esto no es un gueto, aquí colabora el que quiere y tiene sensibilidad. Acompañar al necesitado es un obligación de todo el que pueda hacerlo. HSClB