Charo Mirat es lienzo, pincel, inconformismo y curiosidad. A los 13 años empezó a interesarse por la pintura y con 17 comenzó su formación en Bellas Artes en Madrid, a la que se sumaron, poco después, los conocimientos de tres de sus maestros y referentes, Fernando Zóbel, Antonio López y Amadeo Roca.

Salmantina, afincada en Trujillo desde hace 40 años, siempre huyó de «las tendencias y vanguardias, donde no sentía que encajara» para «aislarse y descubrir lo que realmente quería plasmar en sus cuadros», cuestiones que se pondrán de manifiesto en la exposición La levedad del pincel, una muestra con 40 obras que podrá visitarse desde hoy, a las 20.45, y todo el mes, en la sala de arte Nevacam, en Cáceres.

Dentro de su producción pictórica, porque también dedica parte de su tiempo a la escultura, predominan los conceptos cotidianos basados, sin embargo, en «la emoción y la sensualidad» y aunque no encuentra una forma concreta de definir su trayectoria artística, tiene claro que «el diálogo de su ‘yo’, con toda sus circunstancias y la realidad es donde se siente cómoda creando».

Considera, por otra parte, que «su obra siempre será la eterna inacabada, a la que le queda todo por hacer» y confiesa que, en la mayoría de los casos, cuando termina con un lienzo, «aparece un halo de frustración que le hace recordar que el basar su producción en la realidad es siempre una batalla perdida donde siempre gana esta».

Desde hace diez años, es copista en el Museo Nacional del Prado, aventura en la que se embarcó con el objetivo de «aprender y destripar las técnicas y los procedimientos de obras como el Agnus Dei de Francisco de Zurbarán o el Cristo crucificado’de Diego Velázquez. «En las copias una se siente segura, sobre todo porque cuenta con el respaldo y los halagos de un público que consigue subirte esa autoestima que una, a veces, tiene por los suelos por exigencia propia», asegura.ç

Copias en Trujillo / Precisamente, de la copia del Cristo crucificado de Velázquez se puede disfrutar accediendo al coro del templo de San Martín de Tours, ubicado en la plaza Mayor de la ciudad, al igual que de La Virgen del Olivo, una representación mariana que se encuentra en la localidad de Pago de San Clemente.

La artista, de setenta años, casada con el también pintor Pancho Ortuño, cree que «este es el momento justo para dar a conocer muchas de las obras que han marcado su trayectoria pictórica y que han respondido a sus múltiples inquietudes» y aclara que «esta vez será la segunda que exponga en una galería a lo largo de su carrera».