TCtorría el año 1935. El alcalde republicano, Fausto Casas Gutiérrez, dimitía a causa de unas dolencias que le hacían acudir con frecuencia a unos baños termales portugueses. Ocupó el puesto Angel Montero Montero, más conocido por Ti Angel "Moyana" De la tenencia de alcaldía se encargaba Lorenzo Corrales Sánchez. Era todo un hombrón y, por ello, le decían "Ti Lorenzón". El cliché de mi memoria lo recuerda ya entrado en edad, grandullón, algo desgarbado y con unas orejas de más que regular tamaño. El fue el que sugirió en un pleno la creación de una biblioteca municipal y popular, ya que, según sus palabras, "tiende a divulgar el libro, instrumento necesario para la cultura". Posiblemente, no empleara tan refinadas palabras, pero fueron las que el secretario de turno dejó plasmadas en el acta. Ti Lorenzón no fue ningún divino calvo, ya que conservó su pelo recio y entrecano hasta el final de sus días, pero se encargó que la casa Espasa-Calpe dotara de una biblioteca al municipio.

Por estos pueblos, muchos decían que "el que na máh jadi que leel y se rompi la cabeza ehtudiandu se quea pelón al cabu el tiempo". Pelón se quedó José Ignacio Wert, antiguo alumno "pilarista" -como correspondía a las élites de este país- y actual Ministro de Educación. Dicen las malas lenguas que Wert ha cambiado a la que era su pareja, Edurne Uriarte, por la Secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, a la que califican de "bióloga, divorciada y rica". Edurne se ha quedado tan solo con el calor de sus tertulias televisivas y con su columna en el grupo derechista y mediático "Vocento", donde hay ejecutivos que cortan más que guillotinas por un quítame allá esas pajas. Pero dejemos los comadreos, que no pretendemos convertir estas líneas en un casposo y verdulero "Sálvame Deluxe", y atrevámonos a decir que Wert fue un discente aplicadísimo y ello le llevó a quedarse calvo. Decía el escritor Jean Cocteau que "formarse no es nada fácil, pero reformarse lo es menos aún". A la vista está, por tanta polémica suscitada, que el ministro no se ha reformado. Su Ley de Educación, la Lomce, la han aprobado solo los suyos. El consenso ha brillado por su ausencia. Han triunfado los cócteles teológicos y neoliberales de la enseñanza. Ojalá sea por poco tiempo.

Aunque la alopecia de Wert salte a la vista, no puede presumir de divino calvo. Ese título es muy difícil arrebatárselo al artista del toreo Rafael Gómez Ortega, "El Gallo". Fue éste un personaje pintoresco, desprendido, ocurrente, generoso, bohemio, ingenioso, heterodoxo y genial. Nada que ver con el ministro Wert. Y, además, fue calificado de practicar un toreo "anticombativo", dejando marchar a los morlacos que no eran de su gusto. Wert no ha sabido tener mano izquierda y, arrogante y sectario, se ha estrellado en los muchos combates que ha generado. Mientras el "Divino Calvo" manejaba con arte el capote, el ministro pepero lo único que sabe, según declaraciones propias, es arrojar la toalla cuando sale de la ducha.

El filósofo chino Confucio afirmaba que "donde hay educación no hay distinción de clases". Las derechas de este país jamás permitieron ni están por la labor de que las clases bajas se les suban a las barbas. Puede que la Lomce sea una ley antieducativa, puesto que ahonda en el clasismo al no ser emancipadora, globalmente pública, gratuita, laica (sin injerencias del Estado ni de la Iglesia), integral, racional, formadora de conciencias libres, científica, humanista y donde prevalezca la autoridad moral y sana que lleva al educando al reto de la autonomía, de la responsabilidad, del compromiso y de la libertad.

Ti Lorenzón no se quedó calvo, pero mantuvo la sensatez y congruencia toda su vida, ya que, como decía el filósofo Bertrand Russell, supo que "lo más difícil de aprender en la vida es qué puentes hay que cruzar y qué puentes hay que quemar". Otros, por mucha inteligencia que les proporcione su calvicie, solo aprenderán a dinamitar todos los puentes.