El municipio forma parte de la penillanura trujillano-cacereña, predominando los llanos, con algunas elevaciones como el Cerro de la Horca. Sus recursos vegetales lo componen la encina y alcornoque, además del olivo, higuera y algunos frutales. Plasenzuela está en zona Zepa, de protección de aves, por lo que es fácil ver a milanos negros, abubillas, rabilargos, zorzales, herrerillos, cucos, mochuelos, abejarucos, perdices o tórtolas, además de garzas reales, garcillas boyeras y ánades reales junto a charcas y arroyos.

Todo ello y pequeños reptiles como el lagarto ocelado, las culebras bastarda y de escalera o el galápago leproso, o corriendo y acechando al zorro, el conejo, la liebre, topos, erizos, o tejones y comadrejas. De su historia la presencia de los primeros pobladores se remonta al menos al período comprendido entre el calcolítico y la edad del bronce, algo que puede comprobarse en asentamientos como el Cerro de la Horca o el Castrejón.

La presencia romana fue intensa en esta zona, a juzgar por las huellas que aún pueden descubrirse, siendo el foco más romanizado la zona conocida como El Guijo, donde han aparecido restos de construcciones, así como aras y lápidas, algunas de las cuales pueden verse incrustadas en edificaciones del mismo núcleo urbano. De época romana proceden también las minas de oro y plata que aún jalonan el término municipal de Plasenzuela.

LA JURISDICCION

Tras la reconquista, Plasenzuela perteneció a la jurisdicción de Trujillo, para en el siglo XVI pasar a ser señorío, fecha de la que data el rollo que hay erigido en la plaza de la localidad, al ser comprado su término por don Juan de Vargas y Camargo, para posteriormente en el siglo XVII pasar a don Gonzalo de Tapia, y finalizar en el siglo XVIII, siendo jurisdicción del conde de Canilleros.

Su arquitectura popular está compuesta por la belleza de sus casas de dos plantas y tejados árabes. De su patrimonio religioso, lo más destacado es la iglesia parroquial de la Asunción, levantada entre los siglos XV y XVI.

Es una construcción exenta de mampostería encalada y sillares en esquinas y contrafuertes, destacando de su exterior las portadas góticas, la puerta de los pies es un arco apuntado, acodillado, con adornos de rostros humanos, flores y animales, toda ella enmarcada por un alfiz. La del lateral que abre a un atrio, es similar pero con menos adornos, y presenta un alfiz quebrado.

La torre de la iglesia de esta localidad cacereña es de un solo cuerpo, y con tres vanos en la parte superior. Los alrededores del monumento están bien cuidados, contando incluso con un monumento al trabajo.