La primavera, nadie lo duda, es la estación de arranque de los ciclos biológicos, un periodo fundamental para todos los seres vivos, pero ¿de donde procede las estaciones?. Desde la formación del Sistema Solar, la Tierra, por su distancia al Sol, ya era una buena candidata para el desarrollo de la vida. Visto desde la perspectiva actual, nuestro planeta tuvo suerte porque en sus primeros días ocurrió un gran cataclismo que después facilitaría a la vida la conquista de todos los rincones de la Tierra.

Según la hipótesis del Gran Impacto, existía, junto a la Tierra, un pequeño protoplaneta, llamado Tea, con una orbita semejante a la terrestre. Poco a poco, el equilibrio entre Tea y la Tierra se hizo cada vez más inestable hasta que se produjo un violento choque entre ambos mundos. Todo esto ocurrió en la primera infancia de nuestro planeta, hace unos 4.550 millones de años. El impacto provocó la expulsión al espacio de los materiales que después originaron la Luna. Un impacto que, sin duda, hubiera sido letal para la vida; pero no hubo ninguna víctima porque aún no había surgido la vida. Se estima que como consecuencia del choque, el eje terrestre quedó inclinado. Un efecto que, andando el tiempo, sería determinante para que la vida conquistara todas las latitudes de nuestro planeta.

Esta inclinación es la responsable de la sucesión anual de estaciones, un mecanismo que equilibra todo el sistema térmico terrestre, permitiendo que los seres vivos pueblen todo el planeta, pues evita que el ecuador sea demasiado tórrido y que los casquetes polares se conviertan en lugares muertos.

La circulación de corrientes marinas y los vientos contribuyen a homogeneizar las temperaturas en las distintas latitudes. Gracias a Tea, en estos meses podremos disfrutar de la primavera, de una época rebosante de vida, de flores multicolores, de alegres trinos y de profundos aromas que se extienden por los valles. La naturaleza se despierta y se sincroniza con el ciclo cósmico de la Tierra en el Sistema Solar.