Llevo días dándole vueltas a mi columna de hoy. Comencé a escribir en esta casa el pasado mes de septiembre, y desde entonces los artículos que cada viernes he ido escribiendo han sido diversos: política, cultura, periodismo... Para hoy buscaba una nueva historia que contar, pero huyendo del pastel que en estas fechas suele envolverlo todo.

Irene, que estos días me saca de casa más de lo que mi catarro, siempre de vuelta por Navidad, me permite, me recomienda los recortes en las cenas de empresa en contraposición al amor, la amistad, y la felicidad de estos días. Lo intento, pero me estoy traicionando, no quería un tema pastel, tiro el primer boceto a la basura sin contemplaciones.

Continúo pensando, y recuerdo que mi amigo Javier ha puesto en marcha 'Con Copia a Europa' junto a jóvenes profesionales de diferentes ámbitos para defender unidos a la Europa del futuro; yo, europeísta convencido, me había propuesto escribir sobre ellos. Lo intento. Desisto, no es el momento.

Suena el teléfono, Raquel me relata los planes de la tarde, no tengo nada escrito aún. Me cuenta la historia de Félix y su mujer, dos jóvenes británicos que con 23 y 22 años se acaban de casar en el hospital de Kent. El tiene un cáncer terminal; estos días lo pasarán con sus dos hijos dentro del centro médico; será su primera y última Navidad juntos. Demasiado triste.

Suena el claxon de un coche, Raquel no ha cesado en su empeño de sacarme de casa, aunque tenga que hacerlo hasta arriba de paracetamol. De nuevo el claxon. Voy tarde. Justo antes de montar en el coche vuelvo a recordar las columnas que he ido escribiendo, y algo que en ellas se repite: la libertad. He sido libre de coger los temas, de hablar de personas maravillosas que he ido conociendo, de expresar mis opiniones sobre cuestiones de actualidad. Y recuerdo aquello de que sin periodismo no hay democracia, y agradezco a esta casa, a El Periódico Extremadura, la libertad que cada semana me entrega. Ya sólo me queda brindar, por noventa años más.