Ahora que por fin, parece que entramos decisivamente en la temporada veraniega el buen tiempo propicia el espacio sereno para esas charlas distendidas del estío en reuniones informales a la sombra de una arboleda, junto a las aguas transparentes de una garganta o tomando una copa en una terraza, como solemos hacer en el porche del Alcor del Roble, en plena naturaleza, con turistas o conocidos, sobre temas a veces insólitos; temas que pueden resultar triviales, dejando al margen la crisis, la política, los banqueros, los escraches, los desahucios, y etcéteras, pero que sirven para desahogarnos, pasar el tiempo e ilustrar, aclarar o puntualizar algún aspecto, sin que por ello vayamos a descubrir el mundo, hallar la hipotenusa del cuadrángulo o averiguar la transcendencia de lo intranscendente.

Y entrando al trapo, por no andar por las ramas, ya que tampoco precisa el tema más prefacio, aquí atrás sacamos a la palestra el tema del origen de la denominación de 'La Vera', nuestra comarca. No es la primera vez que oigo polemizar sobre este asunto; siempre hay quien cuestiona sobre este asunto que en sí no veo que nos lleve a la animadversión, el empecinamiento o la desazón.

Las crónicas citan la Vera de Plasencia, o la Vera de Gredos, o la Vera del Tiétar- Pues en nuestra charla, con sus pros y sus contras, sus filias y sus fobias, precisamente los foráneos eran los que debatían y discutían más acaloradamente al respecto, hasta que se nos dejó intervenir a los paisanos o sea a los veratos.

Yo, sin quitar ni poner sino dejar a cada cual que piense lo que quiera, me incliné hacia que La Vera lo mismo puede ser del Tiétar o Gredos, que entre ambos vivimos, que de Plasencia, que para mí es una ciudad encantadora, con una gente lúcida y conversadora, gente maja y abierta, y que nos honra, y que si es la perla del Jerte, nosotros somos parte de ese joyero.

Bueno, pues eso, ya está, por una vez no hablamos de crisis, ni de otros asuntos en boca de todos. ¡Viva la Vera, con Gredos, con el Tiétar y con Plasencia!