TMte repito, lo sé, pero hay jurisprudencia : cada noviembre, los columnistas madrileños le dedican un artículo a las castañeras, cada mes de mayo, Manuel Vicent escribe su columna antitaurina y al empezar julio yo no soy capaz de escapar a la costumbre de dedicarle 50 líneas a las terrazas de Cáceres. La noche del viernes recorrí la ciudad en coche bien entrada la noche y aquello era una apoteosis de veladores, de gentes en la calle, de raciones de jeta y tintos de verano. Cáceres entera había tomado la calle y la madrugada. En cada acera, en cada parque y en cada aparcamiento había una terraza. En Cáceres, durante el día, la calzada inmediata a la acera es para que estacionen los coches, pero al caer la tarde, hasta el asfalto es para las terrazas. En Cáceres, la calle no es de Fraga, sino del concejal Santos Parra, que debe de ser el edil que más ingresa en los presupuestos municipales porque estoy seguro de que esta ciudad vive del impuesto terracero.

Algunos comerciantes han protestado porque las terrazas impiden a los clientes acercarse a sus tiendas, pero su empeño y su protesta no tiene futuro: la terraza es a Cáceres lo que el paseo marítimo a Gandía, Hyde Park a Londres y las gargantas a la Vera, es decir, el pulmón urbano que permite sobrevivir en las noches de sofoco. Ya sé que terrazas hay en muchos sitios y que puedo parecer un poco chauvinista, ¿pero es que alguien conoce otra ciudad donde haya una silla de terraza por cada seis habitantes, dónde cada noche se instalen 180 terrazas, 3.600 veladores y 14.400 sillas?