«Estoy tremendamente feliz, más que un sueño, abrir seis puertas grandes en Madrid es un auténtico privilegio», así de exultante se mostraba Miguel Ángel Perera pocos minutos antes de ser aupado a hombros para cruzar el umbral de la gloria que conduce a la madrileña calle de Alcalá. «Hacía mucho tiempo que no sentía Madrid tan entregada. Me han venido muchos recuerdos, y ahora mismo no me cambio por nadie. Esto es la gloria y quiero saborearla», apostillaba.

Pero, antes, hablando sobre la corrida, Perera agradecía «la raza» que sacó el toro del triunfo, el tercero, de nombre Pijotero, al que Madrid también rindió tributo con una sonora y merecida ovación.

«Fíjate que en los primeros tercios no lo veía nada claro. No se definía. Pero he optado por darle distancia, lucirlo, y él me lo ha agradecido sacando un torrente de raza que me ha permitido cuajarlo y reencontrarme con esta afición tan maravillosa», confesaba.

Pero hubo cierto sector que no le estuvo tan de acuerdo con la concesión del doble trofeo: «Hay opiniones para todos los gustos. Madrid es así. Lo respeto, claro está, pero yo estoy muy tranquilo y satisfecho de lo que he hecho», reconocía. Lástima que con el sexto no se pudiera redondear aún más la tarde para él: «Se ha acabado muy pronto. Yo he tratado de hacerlo tirar hacia adelante pero no ha podido ser», concluía.

Diego Urdiales se marchaba de la plaza visiblemente contrariado al estrellarse con un lote de pocas opciones, y el director de lidia, Finito de Córdoba, compartía casi las mismas declaraciones de decepción.