Quedar para tomar una caña es la frase más maravillosa que hay. Si alguien quiere tomar una caña contigo te dice que quiere verte. No implica beberse la caña en sí, puedes pedirle al camarero un vino, si estas en la onda te tomas un gin-tonic y si no llegas con buena disposición para el alcohol un café también sirve. Quedar para tomar una caña implica socializar porque beber en castellano significa contarte el día en una terraza. Este fin de semana será difícil porque anuncian tormenta pero cuando este abril de lluvias mil lo permita se convertirá en el enunciado más repetido. Y cuando algún conocido de Kike lo pronuncie seguramente acaba la tarde en su bar porque otra cosa no pero cañas tiene de todos los colores y de todas las clases. Por tener tiene hasta la suya propia.

Enrique Romero Vinagre (Jerez de la Frontera, 1982) es un alquimista, un coctelero de la cerveza. Regenta el bar de las mil caras, un minúsculo --quizá el más diminuto de Cáceres-- rincón caricaturesco en el que depende del día que vayas suena ska o soul de la vieja era. Las claras roza la piedra del casco antiguo y para algunos debería incluirse en los mapas como lugar obligado de peregrinación. En esa eterna lucha sobre si fue antes el huevo o la gallina cabe el debate sobre si la plaza que lleva el mismo nombre se debe al convento o al bar. Que cada uno elija su santuario.

El extremeño adoptado, aunque más cacereño que muchos, hacía las maletas para marcharse a Edimburgo cuando hace siete años decidió levantar la persiana del local. Fue un 1 de junio. Él nació un 29 de mayo así que aprovecha y celebra los dos aniversarios juntos. Kike es tan icónico como su escaparate. Dicen que los perros se parecen a sus dueños, lo mismo ocurre con los bares. Su característica melena de rizos y su aspecto afable le caracterizan. Siempre acogedor. Habla de lo que uno quiera, tiene tirón y respuesta para todo pero la cuerda no le falta cuando alguien toca el tema de la cerveza artesana. Ahí, habla en otro idioma, de ipas, de pale ale y de lagers. «Este mundo es fascinante, se puede hacer cerveza con todo». Él tardó años en dar con la fórmula de la suya. Se llama Las Claras, rubia y tostada. Él nunca tuvo un kit de estos de homebrewer que se han puesto de moda para hacerte la cerveza en casa en menos de cuatro horas. Viaja a una fábrica en Extremadura y con otro socio cocinan litros que luego distribuyen exclusivamente en la barra del bar. Allí mezclan el lúpulo, lo cuecen, lo tratan, lo mezclan y lo vuelven a cocer. Lista en siete u ocho horas. Es «un cocinero».

Como suele ocurrir, fue uno de sus profesores --todos recordamos a al menos uno--, Luis Regidor, el que le abrió los ojos al mundo. En los intercambios con otros institutos visitó Bélgica y República Checa. Enumera más destinos y lamenta que Alemania, cuna cervecera, siga aún pendiente. Ahí bebió y probó todas las cervezas artesanas que pudo pero no fue más allá. En la universidad estudio Empresariales y Turismo. «Yo venía de la banca». Con la hostelería coqueteó de manera puntual para sacar dinero pero nunca se había imaginado llevar su propio local. Y menos fabricar su propia bebida. Algo le haría clic porque cambió los planes y se atrevió con lo que no imaginaba. «Aquí lo volqué todo».

Dice que uno de sus mayores logros es que los clientes le paguen por la cerveza sin preguntar el precio. En los últimos años parece que se aplaude el trabajo de los artesanos. De hecho, en Cáceres hay hasta una feria de cerveza artesana cada año y cada vez más marcas con acento extremeño como la de Kike. En cualquier caso, reconoce la dificultad de las pequeñas marcas para introducirse en un mercado en el que las industriales llevan la voz cantante. Ahora, por si fuera poco, se ha embarcado en otro proyecto también de hostelería, Calenda, a unos metros del adarve de la Puerta de Mérida. Aún es pronto para valorar si el nuevo negocio alcanza las expectativas, al menos con Las Claras ha conseguido lo que se proponía. «Quería que la gente viniera sola y se sintiera a gusto». Ya solo en las paredes encuentras seguro alguna cara conocida y si no siempre está Kike para servirte una. Una de las suyas, claro.