TMte pide un amigo que no escriba sobre la crisis, que está saturado. ¡Vaya por Dios! Yo que tenía pensado hablar de cómo ha cambiado mi economía entre la Semana Santa de 2008 y la Semana Santa de 2009. Como el INE no va a publicar la variación interanual de la economía doméstica de quien les ofrece estas líneas, pensaba yo aprovechar esta tribuna para contarlo; quería explicar que, a pesar de que conservo mi puesto de trabajo y de que los precios han bajado hasta límites que los analistas consideran muy peligrosos, la situación de mi economía ha empeorado. Quería recordar que el año pasado me preparaba para hacer una escapada con las neuronas chispeantes, a punto de producirme un cortocircuito en el cerebro debido al rápido aprendizaje de un nuevo programa informático, y ahora, doce meses después con las conexiones neuronales en calma pero con la cuenta corriente vacía, tengo la maleta guardada a buen recaudo. Quería decirles que, por más vueltas que le doy, no me lo explico. "Ni un duro", como diría el alcalde de Badajoz, que distraer de los gastos fijos mensuales. Se lo digo a mi amigo y él insiste en que deje de contar penas, que me olvide de esta historia y que escriba de otra cosa pero, qué quieren, intento comprender qué ha pasado. Hago recuento. Una muy cara avería del coche, arreglo del lavavajillas y de las puertas de los armarios, una boda y poco más. Bueno sí, cuatro días en navidades que, antes de que estos gastos me cayeran encima, pasé en Portugal.

Y aquí estoy, con un amigo insensible hacia el desastroso balance anual de mi economía; un amigo que dice estar empachado, ahíto de crisis, que no puede soportarlo más. Yo tampoco lo soporto a él. Me marcho sin colaborar en la cuenta de la consumición y con el firme propósito de contar mi pequeña e insignificante historia.

¿También ustedes están hartos?