El terror que durante un tiempo largo provocaba la palabra Siberia a los habitantes de la ex Unión Soviética parece haber perdido intensidad. Forma parte de la historia la atroz represión, insuficientemente conocida y denunciada, que significaron los gulags (campos de concentración): un infierno helado, valga la expresión.

Nada de ello, obviamente, se percibe en Siberia, un gigante con muchas caras que se exhibe en el centro cultural Capitol de Caja Duero en Cáceres. Viene a decir esta muestra que la vida asoma más allá de su pasado, de manera que los habitantes cuyas caras reflejan estas fotografías están vivos en la medida en que lo está cualquier otro en cualquier otro lugar del mundo: captados en su trabajo, en sus momentos de ocio, jugando o desplazándose en trineo.

La muestra de 39 fotografías procede del archivo de la agencia estatal de noticias rusas IPTAR-TASS. Algunas son históricas y otras más recientes y pretenden difundir una zona de casi 13 millones de kilómetros cuadrados que en la actualidad desarrolla ciencia, industria, agricultura y es una de las mayores reservas minerales del mundo y donde coexisten diversas etnias entre sus 28 millones de habitantes.

Ahí están las bellezas ecológicas de la región, su historia, con la presencia de la capital, Tobolks, que acogió al primer desterrado exiliado en 1593 y al último zar Nicolas II, un muestrario de su gentes, niños sonrientes a los que 40 grados bajo cero de temperatura no les impide jugar, mujeres ataviadas con joyas, viejos que pasan el tiempo, y un panorama de la industria de la Siberia, donde se encuentra el 80% de las reservas petroleras rusas.