Han llevado a cabo la mayor aventura de su vida con tan sólo 17 y 18 años, y han hecho realidad un reto por el que muchos de sus conocidos los llamaron "locos". Fernando y Alfonso Masa y Antonio Vidal-Aragón han culminado con éxito el camino de Santiago por el trazado francés en bicicleta, nada menos que 1.400 kilómetros. Pertenecen al club ciclista La Serena-Mecatena y lo han hecho solos, sin vehículo de apoyo y con la fuerza de sus piernas como motor. Son de Villanueva de la Serena y apenas unas semanas después de su particular hazaña, con el sosiego que da este tiempo de reflexión, aseguran que este viaje les ha cambiado "ves que hay mucha gente que tiene las mismas inquietudes que tú, que no todo es fiesta y cachondeo" señala Fernando, a lo que añade Alfonso que "creo que nos ha dejado conocernos mejor, saber nuestros límites y la capacidad para hacer lo que nos proponemos".

La idea parte tras otro viaje realizado por Fernando y Antonio a Salamanca pero "el camino de Santiago es una meta para cualquier peregrino, lo hicimos por una cuestión deportiva pero también de fe". Un peregrinaje que acabó más tarde de lo previsto puesto que una vez en su destino decidieron que "aún nos quedaban fuerzas así que dijimos, ¡vámonos para casa pedaleando!", recuerdan.

"Lo mejor fue entrar en Santiago porque después de 800 kilómetros llegar a meta impresiona. En ese momento sientes inquietud en las piernas pero se te quitan todos los dolores y el cansancio", indica Antonio. Llegaron un domingo porque como buenos peregrinos querían cumplir con la tradición y entrar en la misa del peregrino; les acompañaban sus banderas de Extremadura y España.

Reconocen que hubo momentos en los que pensaron abandonar. "Llegamos a tener 10 pinchazos en 20 kilómetros así que nos dieron ganas de coger un autobús e irnos para casa porque no era normal" recuerda Fernando para quien el camino "es más un esfuerzo mental que físico". Los tres coinciden que lo peor fue la vuelta, con pueblos más alejados entre sí y el calor del verano más tórrido como inseparable compañero de viaje.

Durante 15 días han tenido que luchar contra el viento, la lluvia, el calor y el desgaste físico y mental, con una media de 115 kilómetros diarios y 18 kilometros por hora de velocidad media. Recuerdan que incluso el primer día se quedaron sin comer ni cenar porque "las cocinas en el norte cierran muy temprano; al final comprábamos el pan para bocadillos y tras la siesta seguíamos hasta las 8, cuando buscábamos alojamiento". Han dormido en albergues y han conocido de primera mano la solidaridad del peregrino, que también han practicado. Y no dudan en afirmar, que no será su última aventura.