Las costas españolas siguen mostrando año tras año las heridas que la degradación ambiental deja sobre el terreno. El informe anual de Ecologistas en Acción sobre Banderas negras señala, una vez más, 48 puntos del litoral especialmente marcados por la acción (o inacción) humana. El contaminado y maltrecho Mar Menor, que el año pasado vio morir seis toneladas de peces y crustáceos. Las playas granadinas del Peñón y La Guardia, amenazadas por el descontrolado impacto urbanístico. Las aguas de Badalona, sobresaturadas por un sistema de saneamiento débil. Un Mediterráneo marcado por el paso del temporal Gloria que, lejos de ser un episodio excepcional, podría convertirse en la nueva normalidad que conlleva la crisis climática...

de largo alcance / «Hace ya 15 años que se denuncia la situación de las costas y aun así hay muchos problemas que están lejos de resolverse. Año tras año, seguimos encontrándonos con nuevos incidentes puntuales y, además, con cuestiones que son más reincidentes o estructurales», explica Clara Megías, coordinadora del informe de este 2020. «Muchas de las banderas denuncian el impacto de un fenómeno en un territorio concreto, pero siempre recordando que los problemas medioambientales son de largo alcance», reflexiona.

El 40% de las banderas negras destacadas este año señalan el impacto medioambiental que generan los vertidos de aguas residuales y su mala depuración. Hace ya seis años que este problema encabeza la lista de preocupaciones ecologistas y, aunque sobre el papel hay una normativa europea que evitaría este tipo de problemas, el mal estado de las aguas sigue marcando una veintena de puntos del litoral español. Mientras, las denuncias sobre la cuestión también aumentan. Así como las sanciones de la Unión Europea que, según señalan la asociación, ya ascienden a 32,7 millones de euros desde el 2018.

CRISIS ESTRUCTURALES / A estos incidentes recurrentes se les suma ahora el problema estructural de la crisis climática. El temporal Gloria vivido a principios de este año, que dejó récord de precipitaciones y daños materiales de millones de euros, solo es un ejemplo del tipo de fenómenos meteorológicos extremos que podrían volverse más frecuentes conforme avance la crisis climática. «En el Mediterráneo preocupa más el efecto de los temporales extremos que la subida del nivel del mar. Y no solo por las lluvias, sino también por las actividades humanas que entorpecen estos fenómenos», comenta Megía. En Girona, por ejemplo, los daños colaterales de la tormenta se vieron incrementados por un urbanismo que, rodeando el río, contribuyó al desbordamiento de las aguas.

En plena pandemia, también preocupan los residuos extra generados durante esta crisis. Muchas de las mascarillas y los guantes utilizados en su momento como elemento de protección frente al covid-19 están acabando ahora en las playas y fondos marinos.

En las costas catalanas, por ejemplo, el informe señala seis banderas negras. Destaca la situación de las aguas de Badalona, con la que se denuncia el «inadecuado sistema de saneamiento» de las aguas residuales que provoca la «sobresaturación de las alcantarillas» y el arrastre de «plásticos, restos de animales, aguas fecales y basura» al mar. También preocupa una laguna de la Ricarda amenazada por la ampliación del aeropuerto del Prat. Una Platja Llarga de Tarragona acechada por el crecimiento urbanístico e industrial. Una costa Brava que sufre un «urbanismo depredador» que amenaza su litoral.

«Algunos problemas son nuevos, pero otros vienen de lejos», comenta Miquel Vallmitjana, coordinador de la sección catalana del informe. La actuación de algunas instalaciones turísticas costeras de Tarragona, por ejemplo, suponen un problema reciente. Pero la degradación del Delta del Ebro, por ejemplo, avanza desde hace años. Los terrenos desaparecen, mientras el mar sube y los temporales lo hunden. El paso de la tormenta Gloria, por ejemplo, dejó a la intemperie más de 3.200 hectáreas de terreno en un ecosistema ya de por sí frágil. Y, según denuncia el informe de Ecologistas en Acción, los planes para cuidar de estas tierras son más bien pocos.

«El litoral está sufriendo mucho el impacto de las actividades humanas. Por eso necesitamos que estas denuncias sean escuchadas y que se actúe ya», reclama Vallmitjana.