«El problema es que hemos adquirido la costumbre de estar localizables a cualquier hora, incluido el fin de semana, por colegas y compañeros de trabajo. Un mal hábito que parece muy difícil de cambiar», recordaba en Le Figaro el responsable del área digital de Publicis Consultant Anthony Poncier.

A su juicio, el teléfono profesional es un medio excelente de mantener al empleado «pegado» a su ámbito de trabajo por lo que para que haya una verdadera «desconexión» es el propio trabajador, quien debería arrinconar el móvil durante el fin de semana y mirarlo «como mucho una vez al día».

El problema es también cultural, en opinión de Magali Prost, psicóloga especialista en el uso de las nuevas tecnologías en el trabajo. «En Francia, responder de inmediato a un e-mail del jefe el viernes por la noche está bien visto, es positivo. En Inglaterra, por ejemplo, si uno está todavía en la oficina después de las seis de la tarde es que no se organiza bien. Haría falta un verdadero cambio cultural», resume Prost en Le Monde.

La investigadora cree que los directivos adictos al móvil pueden ejercer una presión a sus colaboradores, que se sienten obligados a responder. «El que manda un correo tarde no es consciente del impacto que tiene en quien lo recibe», dice.