Que levante la mano quién no conozca a Goya. O a Rembrandt. Aunque solo sea de oídas, no cabe duda de que sus nombres son reconocidos en todo el mundo. Cuando alguien escucha hablar de ellos, gira y asiente. «Claro, Goya». No hace falta formar parte de los círculos de arte ni haber estudiado una carrera. Los museos se pelean por exponer alguna de sus obras y los coleccionistas pujan cifras millonarias por poseer alguna de sus piezas para presumir de su firma en sus nóminas. Ambos son exponentes de la pintura y ambos, Goya y Rembrandt, eran maestros del grabado, de la tradición, de lo analógico. Uno por sus caprichos y el otro por sus desnudos y paisajes. Uno por el aguatinta y otro por el aguafuerte. Lo cierto es que esta técnica, para la que es necesaria tal cantidad de artilugios, ha ido desapareciendo a favor de las tecnologías y la inmediatez, pero en ese afán de llevarle la contraria al ritmo frenético de la sociedad, hay una generación de nuevos artistas que se empeña en recuperarla. Uno de ellos es Jesús Mateos Brea (Plasencia, 1982). Es quizá el exponente más destacado en el panorama regional. El extremeño puede presumir de haber ganado el Premio Nacional de arte gráfico en esta disciplina, el reconocimiento más prestigioso en grabado del país que convoca Calcografía nacional, la real academia de artes de San Fernando y la fundación Miró.

Él dice que es mitad cacereño, mitad placentino. Por algo vive en la capital cacereña vive desde hace más de diez años. Al arte como tantos llegó en la calle. Estudió electrónica y ejerció en el oficio mientras hacía grafiti hasta que mejoró lo suficiente para que le salieran trabajos y empezó a dedicarse a la decoración. En 2008 se tiró a la piscina del muralismo. «Siempre me había gustado pintar». Al grabado llegó a través de una bienal en Cáceres y a partir de ahí arrancó su idilio con la Escuela de Artes Eulogio Blasco. «Era como una especie de contrapunto, el mural es un trabajo más espontáneo y esto era más de taller y más concienzudo, más técnico, me empezó a enganchar muchísimo». Para quienes no lo sepan qué es el grabado, él lo explica. «Nació ligado a la imprenta y a los medios de divulgación, era la manera de ilustrar libros y de hacer muchas copias de ilustraciones cuando no había posibilidad de impresión». El proceso, como todos en el arte, es pausado, laborioso. «Hay que hacer una matriz de hierro, de cobre o de madera, el dibujo debe ir sobre un soporte rígido, hay varias formas, luego se marca en un tórculo a través de presión, lo bueno es que tienes la posibilidad de hacer tantas copias del original como quieras y esas copias también son originales». Reconoce que cuando aparecieron los medios digitales y la fotografía eso quedó un poco en desuso y ahora en los últimos tiempos se ha recuperado ya como valor artístico. «Es una obra de arte que puedes reproducir muchas veces, es un tipo de obra indirecto, un método de coleccionar arte de manera más asequible».

Brea representa a esa nueva ola que apuesta por traer de vuelta el pasado y que devuelve la esperanza sobre los oficios y las técnicas que el progreso parece abocar a desaparecer. Es su «válvula de escape» a esa velocidad vertiginosa. Él cree que todo este movimiento quizá es «una reacción» al presente. «Todo lo tecnológico es muy rápido y la gente vuelve a buscar la calma, las raíces de lo artístico y de lo artesano, el arte tiene que tomarse sus tiempos, yo puedo tardar seis o siete meses en terminar una plancha, por suerte la sociedad parece que empieza a valorarlo». Lo valora la sociedad y la crítica, hasta tal punto que en los dos últimos años el cacereño se ha posicionado en la élite de su disciplina, ha firmado contratos con galerías en Madrid y Bilbao y aparte del premio nacional, se hizo con otro de los certámenes más importantes del país, el Openportfolio en 2019, algo así como el Arco del grabado.

Ahora, en su afán de recuperar el oficio, organiza una iniciativa muy original este mes en Cáceres, un intercambio de obras. «Es una dinámica muy original, ha existido desde siempre, antes por carta y ahora por Instagram». Él es el comisario para más de 50 artistas que comparten sus grabados con temática erótica. Es ya la tercera edición y una muestra de los trabajos estará expuesta en la sala Belleartes en un ejemplo de lo que él mismo busca: «la huella que deja la plancha en el papel».