TPtara gestionar una empresa se contrata a un gestor, para dirigir un territorio se elige a políticos. Con esto quiero decir que discrepo del pensamiento expresado por el presidente Monago cuando, en su intervención en la Asamblea de Extremadura, afirmó que antes que nada deben ser gestores, y que la política viene después y no antes. Considero que es una idea equivocada además de peligrosa. Equivocada porque con el simple hecho de decirlo ya está eligiendo y en eso consiste la política. Peligrosa porque nos puede llevar a la asfixia social. Gestionar la cosa pública no consiste solo en alcanzar la eficiencia administrativa, sino en liderar un camino y promover acciones justas para el bien común. Lo sabían los pensadores de la antigüedad. Un pensamiento que sigue en plena vigencia por mucho que en estos tiempos, pretendidamente modernos, quieran hacernos creer que la economía está antes que las personas.

Gobernar es la capacidad para transformar la realidad, pero no solo recortando. Al decidir sobre qué y hasta dónde aplicar la tijera se está haciendo política. La política no es un lujo para tiempos de bonanza. Es intrínseca al hecho de elegir una determinada acción de gobierno y, aunque no lo crea y a pesar de su afirmación, es lo que está haciendo el presidente. Ha elegido. Se ha decantado, a sus palabras me remito, por ser antes que nada gestor y esta elección esconde un gran peligro: que la justicia social --bien último al que aspiramos-- quede relegada a la cuenta de resultados; que crea que la tijera es inocua, que no deja herida. Comprendo que la ecuación no es fácil, pero es el reto que aceptaron.

Toda decisión tiene sus consecuencias. Querer ser gestor, antes que nada, también las tiene porque afecta a los servicios y a las personas.