«El sábado al mediodía es un momento ideal para compartir una comida en familia, entre otras cosas, porque en muchas casas el resto de la semana es difícil hacerlo y el domingo suelen surgir otros compromisos, como ir a comer con los abuelos», observa Pau Arenós, periodista especializado en gastronomía en EL PERIÓDICO. No se trata solo de sentarse a la mesa a comer (que también), sino de aprovechar la ocasión para salir a comprar y cocinar juntos, apuesta.

«Ir a un mercado municipal es una oportunidad para que los adolescentes tomen nota del valor de las cosas, además de tener que mantener un trato directo con el vendedor, lo que puede ayudar a mejorar sus habilidades comunicativas», agrega Arenós. Es bueno, sugiere, que antes de salir de casa haya una planificación y se haga un presupuesto y que, una vez en el mercado, se distribuyan las tareas y el adolescente asuma alguna responsabilidad.

Una opción más, muy recomendable para quienes viven en la ciudad, «es el cultivo en casa de, por ejemplo, plantas aromáticas, que se usan como condimento». La experiencia, además, puede ser una clase práctica de Ciencias Naturales.

«¿Qué se puede cocinar con adolescentes? Pues platos colaborativos, como pizzas o algún guiso, en que cada uno tiene una misión que cumplir, mientras unos pelan cebollas, otros pueden ir troceando los demás ingredientes», propone. «Y también pastelería, como los panellets, que son muy de estos días», aporta el periodista, que también es padre de dos jóvenes de 14 y 16 años. «Eso sí, si se ponen a hacer pasteles, que sean saludables», agrega. H