TLtunes. Salimos de Mansilla con un cielo cubierto de nubes altas, grises y al parecer sin amenaza de lluvia. Menos mal que el viento airado de ayer se ha echado y hoy no hemos padecido su constante hostigamiento.

El Camino de Mansilla a León es poca cosa comparado con las dos etapas anteriores. Ya no hay esas rectas infinitas y se han esfumado la soledad y el silencio. En los diecisiete kilómetros de marcha no ha faltado la presencia de otros peregrinos en el Camino ni el ruido de los coches en las carreteras cercanas. ¡Qué tráfico febril en esa 120!

XPARA QUE NOx faltara mi evocación cinegética, en la cuesta de un arapil divisé el escorzo de un conejo, un señor conejo porque hay que ver el tamaño que tenía. Lástima de no haber tenido en las manos mi larga pletina del doce y de que no me acompañara la Ari.

Desde un alto industrial de naves de esto y lo otro divisamos León, la Legio VII, la Séptima Gémina , legión romana que dejó aquí su huella. León es mucha ciudad. Lo primero que nos cautivó fue el son de las aguas vivaces, sonoras y raudas del Bernesga, el río pletórico que baja hacia el Esla.

Tras colocar los trastes en la fonda nos dispusimos a barzonear por el centro a ver qué había. Y había mucho, muchísimo, Ordoño arriba. De momento, la Catedral con su inmensa belleza, allí, al lado, Gaudí (¿Dónde no estuvo aquel hombre?) luego San Isidoro y a la postre San Marcos.

Lo que hay allí de Victoriano Crémer , bueno, habría que verlo. Para qué mover ahora aquel fango. Más nos interesa el recuerdo de inmenso Don Francisco de Quevedo , que estuvo allí tres años y medio sufriendo los rigores del calabozo, porque así lo quiso y ordenó el Conde-Duque de Olivares . "Miré los muros de la patria mía / Si un tiempo fuertes, hoy desmoronados / De la carrera de la edad cansados / Por quien caduca ya su valentía / Salime al campo..."

León, delicioso; más bien fresquito al anochecer. ¿Cómo será el invierno? Un ligero estremecimiento nos agita, de frío, las dorsales. Salimos por la mañana tras las huellas peregrinas y guiándonos por la flecha amarilla. Qué hartura de extrarradios industriales. A la postre, el campo abierto y la soledad de los caminantes. Vamos camino de San Martín.