Ya han vuelto con sus quejas. Se acerca el puente de la Constitución, después las navidades, y ellos se han posicionado. Es el momento de plantear un nuevo reto. Casualmente es ahora cuando les están cumpliendo los máximos previstos de horas anuales. No fue en octubre ni en noviembre, ni será en enero o febrero. Es ahora. Los controladores vuelven a interponerse en la vida de las personas. Comienzan por Galicia y amenazan con cerrar los espacios aéreos de España. Y no se les mueve un músculo. Tan campantes. En fin, que tenemos un nuevo problema que sortear en este país que no vive para sobresaltos, menos mal que mañana es fiesta. Sí, fiesta: el balón siempre ha servido para olvidar momentáneamente las preocupaciones. Llega el Madrid-Barcelona y contra eso no hay controladores ni especuladores que valgan. El martes será otro día, pero mañana habrá dos horas mágicas. 22 hombres vestidos de corto nos mantendrán pendientes del televisor, y a lo largo de 90 minutos los gritos y los insultos nos harán soltar la mala uva que se nos ha ido acumulando dentro.

Nada importará durante ese mágico espacio de tiempo, nada fuera de lo que ocurra en el rectángulo de la pantalla. Dos colosos del fútbol mundial se enfrentan y España se prepara para el acontecimiento. Los bares se están aprovisionando de bebidas, pipas, altramuces y machaítas para la avalancha que se les viene encima. En unos establecimientos los del Madrid, en otros los del Barcelona, y los hay que cuentan con espacios diferenciados para poder acoger a ambas aficiones. Nada como el fútbol para hacer que nos olvidemos de los controladores, del paro o la fragilidad de las pensiones. En las barras nos dejaremos los últimos euros del mes, o lo dejaremos fiado. Nada importa. El martes será otro día.