Van llegando. A pie, en ómnibus y hasta de rodillas. La carpa se llena. Gente enhebrada de jarana. Cabezas de toro, cinturones calados, llaveros machos, mantones bordados, pasteles lusitanos y el stand de la Diputación de Badajoz que sigue sin pilas. Gente. De los pueblos, de la capital y hasta de mar adentro. Los portugueses, por supuesto. Los franceses, los ingleses… y los de Vitoria. Josu, Txato y los demás babazorros. Son parte de Olivenza, porque vienen y lo cuentan al volver. Es parte del milagro oliventino.

La Olivenza milagrera sigue deparando sorpresas mayúsculas. A las doce y algo teníamos, en la carpa de la Feria del Toro, la presentación del festival de Barcarrota. El del ABC. Ese que viene a conmemorar que, allá por el año 1961 de nuestra era, Barcarrota ocupó la portada del ABC. Tal cual. Toda una portada de ABC para Barcarrota. La plaza, la torre… y Ángel Peralta cual centauro, pequeñito, casi intuido. En aquel cartel, además del propio Ángel Peralta, lucían soberanos Antonio Bienvenida, Antonio Ordóñez, Pepe Luis Vázquez, Manolo Vázquez y Julio Aparicio. Creo que el festival era a beneficio de la familia del chófer de Pepe Luis Vázquez, fallecido poco antes. Tuvo su importancia. Fue casi otro milagro. Otro de los milagros que acontecen en el planeta toro.

Pero no me refería a ese milagro. Me refiero al milagro de ver, en estos días de intensa refriega política, a dos alcaldes, de partidos enfrentados, juntos y al alimón, en la misma foto. Posando los dos en torno a un cartel de toros. Yo, que presentaba el acto, me atreví a decir que el toro no es de derechas ni de izquierdas; y Joaquín Domínguez, el empresario, antes de que terminara de decirlo, ya me soplaba al oído, con la urgencia del bóvido bravo, «el toro es del pueblo». Lo repetí,… el toro es del pueblo. Y lo repito,… el toro es del pueblo. Y, mientras este pueblo se mantenga firme, nadie ni nada le robará lo que es suyo. Entre otras cosas porque los políticos, sean de derechas o de izquierdas, los alcaldes que pisan las calles de sus pueblos, por encima de intereses espurios de partido, estarán con el pueblo. Su pueblo. Vayan pues estas palabras por dos alcaldes que tienen todas mis simpatías (taurinas cuando menos). Alfonso Macías, alcalde de Barcarrota. Manuel González Andrade, alcalde de Olivenza. Al verles juntos, presentando el festival del próximo 30 de marzo en Barcarrota, se me ha olvidado qué siglas tienen detrás. Y ya no sé cual es de derechas, ni cual es de izquierdas. Ni me importa. Lágrimas al viento.

Y para no dejarles «in albis», les diré que en Barcarrota, el próximo 30, se citarán con novillos de los Espartales y de Garcigrande, el rejoneador Leonardo Hernández, los matadores Paquirri, Fandi, Emilio de Justo, Ginés Marín y el novillero Juanito. Les recuerdo, para mayor aliciente, que ha reabierto el Bar Chinarro, santo y seña de la gastronomía barcarroteña; local que ya se anunciaba en el cartel del 61 y que, casi sesenta años después, sigue siendo atraque obligado en el que llaman muelle de Barcarrota.

Hablando de comida, el Maila sigue viento en popa. ¡Qué feliz soy en el Maíla! Con su acento «ad libitum». Después de leerme, gentes caritativas han practicado conmigo la obra de misericordia de explicarme dónde asentar el escurridizo acento. Pero no hay manera. Que si el abuelo de Maxi, el dueño, tenía un bar antes de cuando Napoleón, que si era tal, que si era cuál, que si Maíla, que si Maila,… ¡No hay manera! No estoy en edad de aprender. Estoy más bien en edad de comer. Hoy, ayer para ustedes, gentiles lectores, he comido de traca. Sin atracón, pero de traca. Ni Maxi me invita, ni somos parientes, pero el guiso de cardos con almejas de las gordas y la merluza de pincho eran de requetecampeonato. Si Olivenza tuviera bolsillo más allá de la Feria, este restaurante iba para reseña en guía. Por lo demás bien. El salón a reventar. En el bar, un cortador de jamón a pleno pulmón. En la calle, una barra apretada como el corsé de una diva. Una condesa por allí, una casa en El Puerto por allá. Cristina Sánchez, que el jueves presentó el capítulo pacense de la Fundación del Toro de Lidia, en una mesa lindera a la mía. Dos más allá, el novillero de Salvatierra de los Barros, Fernando Flores. Ricardo Iglesias, el cirujano de Coria, que por la mañana ha hecho una brillante exposición sobre la situación de la atención médica en nuestros festejos taurinos, por acuyá. Hombres. Y mujeres. La tauromaquia, por ejemplo.

Hablando de toreros, les contaré una anécdota. Alejandro Rivero y Carlos Domínguez son dos novilleros de la Escuela de Badajoz. El primero abrió la puerta grande el pasado jueves en la becerrada de apertura de la feria. El segundo la abrirá, Dios mediante, el sábado, en su debut como novillero con caballos. Jóvenes, compañeros y amigos. Los dos han prometido sacarse a hombros, el uno al otro, si se tercia el triunfo. Carlos Domínguez ha cumplido su promesa. Desde aquí le pido al buen Dios de los toreros, de los rehiletes de fuego y los quites oportunos, que ponga de su parte para que Alejandro Rivero también cumpla.

Me estoy almibarando. Alcaldes sin miedo que van de la mano, toreros que celebran el triunfo de sus compañeros,… debe ser este mundo noble y bravo del toro. Hay motivos para el orgullo. El limpio orgullo de militar en esta pasión. Les dejo. Son ya las cuatro y fuera el chunda chunda ha comenzado. No hay piedad para los condenados. Me voy a los toros.